Características de la obra teológica de Lutero
Lutero fue un autor prolífico, su obra teológica tiene una
triple vertiente:
a) En primer lugar es una obra exegética.
Lutero es ante todo un exegeta de la Sagrada Escritura; eso significa que toda
su teología está articulada sobre la centralidad de la Sagrada Escritura.
En la teología de Lutero hay siempre un diálogo entre la propia experiencia
personal y la Palabra de Dios; es una teología eminentemente existencial.
Así se explica el choque con la escolástica, que utiliza un paradigma
objetivista, mientras que la teología de Lutero es fundamentalmente
existencial.
¿Qué es la Palabra de Dios? Para Lutero la Palabra de Dios
siempre es Ley y siempre es Evangelio. (No hay que predicar sólo un aspecto de la Palabra, sino ambos: Ley,
para llegar al arrepentimiento, a la desesperación; Evangelio, por la promesa
de gracia). La Ley descubre el pecado del hombre y provoca en él
arrepentimiento, y el Evangelio, que es la buena noticia de la justificación,
por la fe en la promesa de la salvación. Por eso la Palabra de Dios siempre
incluye estas dos dimensiones, y toda la exégesis luterana mantiene este doble
principio.
b) En segundo lugar la exégesis y la teología
luterana son cristológicas. Toda la Escritura habla de Jesucristo.
Luego, toda exposición de la Palabra de Dios debe tender a un único objetivo:
despertar en el oyente la fe que le une a Cristo; en esa unión a Cristo se
realiza un feliz intercambio: Cristo carga con nuestros pecados y nos hace partícipes
de su justicia, (y esto produce un gran consuelo al alma).
c) En
tercer lugar, la Palabra de Dios tiene un valor absoluto y una autoridad
suprema: el principio de interpretación es la Sola Scriptura,
no necesitamos tradiciones para la interpretación de la Escritura. Eso
significa que la Iglesia no tiene ninguna autoridad sobre la Palabra de Dios.
d) Finalmente, su obra teológica tiene una
finalidad pastoral manifestada en tres rasgos concretos de su
obra reformadora:
1º) En un esfuerzo por catequizar al clero y al
pueblo en un momento de analfabetismo religioso. Por eso escribe dos
catecismos: el Catecismo alemán o mayor, para uso de teólogos y letrados,
que es una breve dogmática escrita en clave espiritual, una dogmática que nace
de una espiritualidad fundada en el bautismo y la fe; y el Pequeño catecismo, obra escrita para el pueblo llano, también
llamado Catecismo breve para uso de los
párrocos y predicadores en general (1529).
2º) Este interés pastoral se refleja también en una reforma
del culto. Toda la liturgia debe tener un único objetivo: avivar la fe que
justifica. ¿Cómo? Poniendo la predicación del Evangelio en el centro de la vida
litúrgica (púlpito al centro). También la Cena del Señor tiene que avivar la
fe. Se elimina todo lo que pueda sonar a sacrificio de la Misa (se elimina el
ofertorio y el Canon Romano). "El que crea y se bautice se salvará".
La promesa es "se salvará". Un signo es "bautizarse". Una
condición es la "Fe".
3º) En su concepción de los sacramentos, que
entiende fundamentalmente como un signo que tiende a despertar la fe que
justifica, no es una obra humana, sino un signo ofrecido por Dios a través
del cual me dirige su promesa de salvación, para que yo lo acepte por la
fe. Lutero reaccionará contra la teología escolática, cuyos teólogos, opina él,
“no tienen para nada en cuenta la fe ni la promesa inherente a los sacramentos,
se quedan solamente con el signo y con la práctica del signo, y nos arrastran
de la fe a la obra, de la palabra al signo”, de tal manera que “confían más en
sus ministros [expendedores de sacramentos] que en la fe por la que creemos en
la Palabra de Dios” (Cautividad babilónica Iglesia).
Para Lutero sólo hay dos sacramentos: Bautismo y Eucaristía
(aunque en un principio admitía también la Penitencia); el resto son ritos
eclesiásticos porque Jesucristo no ha vinculado promesa de gracia más que a dos
signos: Bautismo y Eucaristía. La Eucaristía es testamento para Lutero, es
decir signo de la promesa, pero no es sacrificio (es decir, no es obra
humana que se ofrece a Dios).
Como se desprende de todo lo dicho, la obra de Lutero tiene
carácter polémico. Como tiende a una reforma total de la Iglesia todos
sus escritos presentan un acento polémico contra la Iglesia Católica Romana,
sobre todo contra el papa, a quien considera el anticristo y cuyo
magisterio no acepta. De igual modo, ataca la práctica religiosa, la vida
monástica, el culto a las reliquias y a los santos, las prácticas religiosas o
ejercicios de piedad, etc.
Pero también polemiza con los
movimientos reformadores de "izquierdas" que superaron su reforma,
sobre todo con los anabaptistas y el movimiento de Thomas Münzer.
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