UNA IGLESIA SIN VIDA

El propósito de la iglesia local












Al ampliar los horizontes de la naturaleza misionera de la Iglesia, nos dirigimos hacia fuera. Comenzamos desde el Centro, Jesucristo, la Cabeza de la Iglesia, a través de las tres marcas de la Reforma, los cuatro atributos antiguos de la Iglesia y hacia nuevas palabras que nos muestren hoy en día dónde se encuentra la Iglesia como el verdadero Pueblo misionero de Dios en el mundo. Una vez involucrados en ese movimiento hacia el mundo amado por Dios, nos enfrentamos a una de las preguntas más difíciles acerca de la Iglesia: ¿Para qué existe la Iglesia en el mundo? La respuesta no puede girar en torno a lo que queremos que sea el propósito de la Iglesia ni lo que pensamos que el mundo quiere o necesita que sea la iglesia. Mas bien, el propósito principal de la Iglesia se deriva solamente de la voluntad de Jesucristo, su Cabeza; del Espíritu que le da vida; del Padre quien la adopta. Es decir, de la misión trinitaria de Dios.

Cuestionar el propósito de la Iglesia es un asunto de suma importancia. Ya sea a nivel local, regional, nacional, internacional o transcultural, esta pregunta nos confronta con nuestra vida y la actividad de la Iglesia. La forma en que respondamos determinará la manera de fijar metas, definir objetivos y establecer estrategias. Edward Dayton y Ted Engstrom comentan acerca del «maravilloso poder de fijar metas». Alvin Lindgren enfatiza que «las presiones contemporáneas requieren que la Iglesia defina su naturaleza».

  Definir la naturaleza y el propósito de la Iglesia son temas intensamente personales para el ministro ya que su ministerio va directamente relacionado con el concepto que tiene la Iglesia de sí misma… Estamos diciendo que el contenido del evangelio determina los medios más adecuados para llevarlo a cabo… Que quede claro, lograr el propósito de Dios, no el propio, debe ser la única preocupación de la administración de la Iglesia… Nuestra preocupación tiene que ver con una definición de lo que la Iglesia debe ser, su naturaleza esencial y el propósito por el cual existe. No queremos una descripción de lo que es ahora, o en tal caso, lo que la Iglesia ha sido, tanto local como en el Nuevo Testamento… La Iglesia debe ser lo que Dios desea que sea. Escudriñemos las Escrituras para descubrir el propósito de Dios para la Iglesia.

Carlos Barth observa que la naturaleza esencial de la Iglesia no sólo se percibe en forma visible, sino que consiste también en la realidad de lo que llegará a ser al cumplir el propósito por el cual existe. Barth habla del propósito de la Iglesia con relación a la «doctrina de reconciliación» ya que esa doctrina nos guía hacia «la esencia de la comunidad», hacia personas reconciliadas.
La Iglesia existe porque Jesucristo vive en medio de la comunidad. Como Juan A. MacKay dice: «Compartimos la perspectiva de que la Iglesia Cristiana es básicamente un compañerismo de aquellos que reconocen a Jesucristo como Señor. Creemos que la realidad esencial de la Iglesia es la comunidad y que esta comunidad es más importante para la realidad de la Iglesia que la organización o estructura, las cuales son secundarias».

Esta perspectiva de la Iglesia-comunidad como Pueblo de Dios fue un cambio dramático en el pensamiento Católico-Romano expuesto en el Concilio Vaticano II. Gregory Baum señala esto en su introducción a Las Enseñanzas del Concilio Vaticano II y en su comentario sobre De Ecclesia. La constitución de la Iglesia del Vaticano II representa un cambio radical. Deja atrás una perspectiva de la Iglesia fuertemente institucional y adopta una visión de la Iglesia como comunidad de fe, como compañerismo, como Pueblo de Dios. Al leer los documentos del Segundo Concilio del Vaticano, descubrimos la profunda doctrina que significa este gran logro.

Es importante para nosotros que examinemos el propósito de la vida de la Iglesia en el mundo, puesto que esto se deriva de la naturaleza de la Iglesia como un compañerismo de los redimidos. Aquí traemos a la memoria algunas palabras muy conocidas de la Escritura que reflejan una descripción multilateral de la razón de ser de la Iglesia. Cuatro de ellas pueden ser fácilmente reconocidas por el lector: «koinonía, kerygma, diakonía y martyria». La tesis de este capítulo es que la Iglesia misionera surge cuando sus miembros participan progresivamente en la razón-de-ser de la Iglesia en el mundo a través de «koinonía, kerygma, diakonía y martyria». Por lo tanto, necesitamos dar un vistazo más de cerca a estas palabras, considerándolas desde una perspectiva bíblica. Junto a cada palabra está una declaración que podría resumir ese aspecto particular de la razón-de-ser de la Iglesia en el mundo.

          koinonía:      «Amaos los unos a los otros» (Juan 13:34–35; Rom. 13:8; 1 Pedro 1:22).
          kerygma:      «Jesús es Señor» (Rom. 10:9; 1 Cor. 12:3).
          diakonía:      «A uno de estos mis hermanos más pequeños» (Mateo 25:40, 45).
          martyría:      «Seréis mis testigos; reconciliaos con Dios» (Isa. 43:10, 12; 44:8; Hechos 1:8; 2)


Al examinar la Iglesia Neotestamentaria debemos recordar que estamos estudiando imágenes de un compañerismo reunido en torno a la persona de Jesucristo. La Iglesia Neotestamentaria consideraba la presencia de Cristo como la suprema señal de la autenticidad de su propia existencia. Además de ser una promesa, las palabras «He aquí estoy con vosotros todos los días» (Mat. 28:20) también describen la naturaleza de la comunidad de fe de aquellos que habían caminado personalmente con Jesús de Nazaret.


VAN ENGEN, CHARLES: El pueblo misionero de Dios. Grand Rapids, Michigan : Libros Desafío, 2004


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