LA HIPOCRESIA DEL SILENCIO








LAS OVEJAS Y LAS CABRAS


Los miembros de los Testigos de Jehová -que se denominan entre sí hermanos y hermanas- no pueden recibir transfusiones de sangre, no pueden fumar, emborracharse, ser adúlteros, homosexuales, no pueden votar, afiliarse a algún partido, sindicato o asociación, no pueden leer literatura apóstata ni relacionarse con personas que hayan abandonado la confesión. Aunque sean sus familiares.
Nuria es el nombre ficticio de una joven madrileña que pasó su infancia como Testigo de Jehová. “Mis padres lo eran y, desde que tengo uso de razón, yo lo fui hasta que mis padres lo dejaron, cuando tenía unos 10 años”, cuenta sentada en una terraza del madrileño barrio de Lavapiés. “De aquella época recuerdo que no podía celebrar los cumpleaños. Y eso me dolía mucho. Cada vez que un compañero de clase traía golosinas por su cumpleaños yo no las podía aceptar porque venían de Satanás”. Los demás niños le hicieron la vida imposible. “Yo era un bicho raro. Estaba siempre sola y me acosaban”.
En Navidad tampoco recibía regalos. “Mis padres intentaban compensarlo de alguna manera, así que nos dejaban elegir un juguete del catálogo por las buenas notas. Recuerdo que algún año, al regresar a clase después de Navidad, nos mandaban hacer una redacción con los regalos que habíamos recibido. Y yo tenía que dejarla en blanco”.
Nuria tiene también grabado en la memoria el álbum de fotos de la boda de sus padres: “Ellos se casaron por la iglesia católica antes de entrar en la orden. Así que mi abuela, que es Testigo, recortó todas las cruces y símbolos católicos de las fotos. El álbum de fotos de la boda de mis padres está hecho trizas”.
La madre de Nuria, que también pide ocultar su nombre, recuerda su etapa como Testigo con cierta amargura. “Cuando eres Testigo eres una oveja y, el resto de personas son cabras. Y evitábamos juntarnos con cabras”, explica. “Te apartas, te encierras en ti misma. A mí me cambió el carácter. Todo te parece pecado, es imposible integrarte en la vida normal. No eres parte del mundo, eres un pueblo sagrado”.
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