UNA IGLESIA DIVIDIDA

¿Se necesita una Iglesia tan alejada del Galileo?
















Es importante que nos preguntemos: ¿cuánto tardaremos en darnos cuenta de que el sistema no funciona? O ¿cuántos jóvenes más tendrán que perderse, por un tiempo o permanentemente, para que nos demos cuenta de que necesitamos revaluar la forma en que segmentamos la iglesia? La iglesia en América Latina está cambiando. Esta misma presión ha hecho mella en algunas al grado de que han comenzado a modificar sus programas con diferentes logros, alguna satisfacción y, sin duda, en medio de mucha oposición.



  • Basta con observar a la iglesia en América Latina para darnos cuenta de que está perdiendo a los jóvenes, se está envejeciendo, y cada día son más fuertes la luchas de los padres para llevar a sus hijos a la iglesia. La tarea de responder a la pregunta: ¿porqué debo de ir a esta iglesia? se hace cada día más difícil. Como resultado, los padres se comienzan a conformar con que sus hijos se vayan a otra iglesia, donde piensan que se les atiende mejor, que a cambio de perderlos no pareciera ser una tan mala decisión. La otra opción es que los hijos comiencen a asistir a encuentros o ministerios juveniles que desarrollan eventos que son más relevantes para ellos. En la mayoría de los casos, estos son esfuerzos paraeclesiásticos que llevan a los jóvenes a un momento de encuentro con su Dios en una mejor realidad y les presentan el mensaje de una forma más pertinente. Sin embargo, al terminar el evento, los jóvenes se encuentran sin opciones para dar seguimiento a sus decisiones y valores adquiridos.


  • Es muy loable la labor que algunos de estos ministerios desarrollan. En particular, debemos agradecerles el importante servicio que le están dando a estas iglesias que han perdido la capacidad de relacionarse con sus jóvenes. Sin duda, muchos padres de familia se encuentran en deuda con estos ministros de jóvenes, ministros de alabanza o grupos de música juvenil cristiana, por la oportunidad que les han dado a sus hijos de encontrar un sentido a su vida ministerial, y sobre todo, por ser un canal para esa pasión por el Señor y por el servicio a Él que los hacía sentir encuadrados en la iglesia, dentro de un marco irrompible de incomprensión e insensibilidad a sus necesidades de expresión y aprendizaje. Sin embargo, debemos reconocer también que esto agudiza la brecha entre ambas generaciones y en algunos casos, condena definitivamente a la iglesia a irse quedando, paulatinamente, sin jóvenes y sin la presión de buscar soluciones para ellos.


"Desafortunadamente, muchas iglesias de hoy han olvidado casi por completo esta verdad importante, y la división de las personas en grupos se hace de acuerdo a su edad y no por madurez espiritual. Caemos así en el error de super estimular a unos y desestimular a otros, alimentando en forma debida apenas al cinco por ciento. Generalmente, nos concentramos en el cinco por ciento y nos alegramos que vamos bien con ellos, y nos olvidamos del noventa y cinco por ciento de los que tienen hambre espiritual"






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