REFLEXIÓN[1]
La relación vinculante
entre la manera en la que consideremos el sentido y ser de lo eclesiológico y
lo pastoral es determinante. O, dicho de otro modo, tal y como consideremos a
la Iglesia, así será nuestra acción pastoral.
En la lectura escogida reconocemos
la posibilidad y el riesgo ante “la fosilización” de la Iglesia y su inacción.
Algo real a pesar del crecimiento paradójico desarrollado en algunas zonas del
continente americano. En concreto, América latina. ¿Qué es la Iglesia y para
qué está en el mundo?
La conexión entre
teología pastoral y misiología parece evidente pero no está exenta de confusión
y de un déficit eclesiológico sino se logra un marco adecuado para la acción
fundamentada desde una profundidad teológica más que necesaria.
Asistimos perplejos a como
mínimo polos opuestos a la hora de abordar esta reflexión. Por un lado, la
escasa formación teológica y bíblica en el mundo evangélico que no es
considerada básica en la tarea de la evangelización y de la acción pastoral y
por otro la reticencia al cambio de cualquier nueva idea eclesiológica que
quiera penetrar en la praxis tradicional sin que en dicho cambio no se perciba
un riesgo en la efectividad y en la manera de hacer “siempre las cosas de la
misma manera”
Parece ser que el cambio
obligado por las nuevas circunstancias se resiente a ser efectivo en una misión
cristiana aún a pesar de argumentar con eficacia lo inadecuado de una
eclesiología carente de significado hoy y fuera de fecha. No se ha comprendido
todavía en ciertas formas de evangelización que cualquier teología de la misión
verdaderamente evangélica debe establecer una alta doctrina de la Iglesia: el
cuerpo de Cristo, como componente central del plan redentor de Dios.
En primer lugar, existe
confusión sobre la definición de lo que es la Iglesia, de lo que llamamos
Iglesia, sin percatarnos de la enorme influencia que esto tiene después sobre
la acción pastoral. La Iglesia no es un sector de la sociedad ni un proyecto
humanitario sobre la pobreza en el mundo. Tampoco un edificio destinado a
servicios religiosos ni una ideología que imponer a toda costa o mantener por
cada denominación violando los propios principios fundamentales de la ontología
eclesial.
La Iglesia no es una
línea teológica determinada ni podemos tampoco evocar a Cipriano de Cartago que
enseñaba que el obispo es la Iglesia y allí donde está el obispo está la
Iglesia. ¿Cuál debe ser el fundamento de la definición eclesiológica que permee
en lo pastoral y esta a su vez sea deudora de la primera?
La Iglesia es una
experiencia compartida en la Koinonía y por esa comunión es también una misión
compartida igualmente no solo en la eucaristía sino también en la encarnación y
el significado hoy de esa cristología. La Iglesia es un gozo compartido que ha
de sentirse en cada acción pastoral. ¿Cómo es la salud de nuestras
congregaciones?
Si desgajamos la
eclesiología de la misiología o de la pastoral cometemos una monstruosidad y no
seremos ni efectivos ni solicitados. ¿Admitiremos que todo vale con tal de
obtener un crecimiento numérico? Este es el caso precisamente de América
Latina.
Los pastores deben
entender que su formación académica es importante n un mundo cada vez más
científico-técnico. La pastoral debe entender que las preguntas cristológicas
hoy no son las mismas que en el s.XII pero que se siguen produciendo y a las
que debemos dar respuestas desde otras perspectivas.
El pastor hoy está alejado
del mundo en el que vive por una concepción equivocada eclesiológica. No acepta
siempre el aggiornamiento y olvida los limites mistéricos de la acción eclesial
de Jesús frente a la acción denominacional presente.
El articulo reflexiona
sobre carencias evidentes del movimiento protestante a la hora de afrontar
problemas como la relación con otras confesiones, la relación con la sociedad y
el mundo, la escasa validez teológica de sus postulados sobre la creación y la
ciencia, la atención exageradamente carismática sobre los problemas y las
dificultades en mantener una jerarquía organizada sin fluctuaciones. Del mismo
modo, carece de profundidad teológica en la interpretación profética y
escatológica y en una atención moderna de los problemas del laicado. A pesar de
ello, el crecimiento en número es llamativo y precisamente por eso el autor
pretende vincular las principales ramas troncales teológicas con su aplicación
e influencia sobre la parte fundamental de la teología pastoral en cierto modo para
el autor “maltratada y subestimada”.
[1] Hemos
seleccionado un artículo protestante sobre la situación de lo pastoral y la
teología de la misión en América Latina. El autor hace una crítica sobre el
crecimiento numérico que ha experimentado el continente americano en esa zona,
pero deficitario de una eclesiología carente de ontología e influyente en una
manera conservadora de entender la cristología, la eclesiología y la teología
fundamental pastoral.
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