Muchas otras cosas se pudieran decir, pero aquí hay cuatro argumentos que me llevan a concluir la importancia y fortaleza de la adoración contemporánea.
1) La adoración contemporánea contribuye al ejercicio de los dones y talentos de la membresía.
1 de Corintios 12 es un recordatorio de que no todos somos iguales, pero sí pertenecemos al mismo cuerpo. Es así como nos dice que “Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Co. 12:4-5). En el Nuevo Testamento no hay una lista exhaustiva de los dones del Espíritu, pero es evidente que, ya sea un don espiritual o un talento dado por Él, Dios provee a hombres y mujeres dentro de la iglesia con ciertas capacidades musicales y talentos para dirigir la adoración, junto con un llamado a servir en esta área.
¿Qué espacio proveemos como iglesia para los jóvenes que aprenden un instrumento y poseen un carácter piadoso? ¿Dónde van a ejercitar su talento? ¿Cómo glorificarán a Dios con lo que se la ha dado? ¿Qué tal con las hermanas a quienes Dios ha dotado con una hermosa voz? No estamos hablando de que la iglesia tiene la obligación de proveer espacio para la plenitud personal. Pero era muy evidente en el Antiguo Testamento que el Señor capacitaba siervos para que le sirvan a través de la música (cp. 1 Cr. 26:6-7; 2 Cr. 7:6). Y es evidente en la historia de la iglesia que Él levanta personas con dones particulares para la música. Los mismos escritores de himnos de antes son un ejemplo de esto: hombres como Martín Lutero y Charles Wesley que proveyeron a la iglesia de teología cantada.
Si Dios pone hermanos con talentos y dones en nuestra iglesia, es para edificación del pueblo. Puede que, sin proponérselo, la adoración tradicional dificulta el ejercicio de los dones individuales para beneficio del cuerpo.
2) La adoración contemporánea contribuye a reflejar la grandeza y hermosura de Dios.
En la mayoría de las congregaciones que conozco que solo hacen himnos, usualmente se usa algo como los “Himnos de gloria y triunfo”, con una pista en el fondo y un hermano que dirige. En muchos, muchos casos, este hermano no tiene un entrenamiento musical, y en ocasiones tampoco tiene una voz particularmente buena. Muchas veces no se hace un ejercicio de equalización con las bocinas, y la congregación tampoco es guiada en las entradas y salidas. Esto culmina en que el sonido del domingo en la mañana no sea muy bueno.
Hay muchas, muchas excepciones a esto. Y usar música contemporánea tampoco es la cura. Pero he visto a lo largo de los años y a lo largo de Latinoamérica que es más común que en las iglesias que solo usan himnos no se hace un gran esfuerzo porque haya belleza en la música. No me malinterpretes: el instrumento más hermoso del domingo es la voz de la congregación. A lo que debemos apuntar es a un tiempo de adoración, no a un concierto. Pero cuando buscamos la excelencia en nuestros ensayos y en nuestros músicos y en nuestros vocalistas y en nuestro encargado de sonido, algo de la gloria y belleza y majestad de Dios se refleja de una mejor manera que cuando una sola persona toma 15 minutos para elegir cuatro himnos y alguien le da a play en el computador. Algo se comunica de la solemnidad y majestad del Dios que adoramos. Por algo Él mismo nos mando a cantar con júbilo, darle gracias con instrumentos, cantarle un cántico nuevo, y a hacerlo bien, con arte (Salmos 33:1-3).
Aunque no sea intrínseco en la adoración tradicional, parece muy común que aquellos que solo usan himnos hagan un mucho menor esfuerzo por preparar el tiempo de predicación. Y eso, a mis ojos, luce como talentos enterrados (Mt. 25:25).
3) La adoración contemporánea contribuye a una cultura de iglesia de creadores más que consumidores.
Es evidente lo difícil que es encontrar buen contenido escrito originalmente en español para la iglesia. La gran mayoría de los himnos que cantamos son traducciones (que muchas veces pierden mucho de la fuerza y la belleza). Los libros por igual. Y aun los artículos por internet.
Por años, las iglesias de Sana Doctrina no produjeron canciones ni himnos puesto que solo descansaron en lo que ya hizo la iglesia otrora. Aunque siempre es bueno leer de lo viejo, y en el cristianismo nunca queremos inventar algo nuevo, miles y miles de buenos libros se han escrito en los últimos 200 años de la iglesia. Pero no es hasta los últimos años que estamos viendo más y más canciones centradas en el evangelio, que presentan a un Dios grande y soberano que salva a pecadores para Su gloria y nuestro bien. Eso contribuye a formar más pensadores y escritores y autores y predicadores, que sean primeramente conocedores de Las Escrituras y entonces puedan plasmar lo que ellas dicen en canción.
Hay más de una docena de referencias a “nuevos cánticos” en la Escritura, concluyendo en la hermosa nueva canción al Cordero de Apocalipsis 5:9. Pero, sin saberlo, entiendo que la adoración tradicional perjudica el crecimiento y desarrollo de líderes y escritores en la iglesia, puesto que enfatiza el consumir lo de antes en vez de el crear para la gloria de Dios.
4) La adoración contemporánea contribuye a mostrar los principios del lenguaje vernáculo de la Escritura y la Reforma.
Recuerdo a una joven cuando leyó por primera vez las letras de “Castillo fuerte es nuestro Dios”, cómo no entendía por qué Lutero estaba tentando a Satanás al decir “Con furia y con afán, acósanos Satán”. Para el que no creció con este lenguaje, esta frase simplemente no se entiende bien. (La idea es que Satán nos acosa de esa manera, no una incitación a que nos acose). Interesantemente, esos himnos que hoy nos suenan tan antiguos, en su momento usaban el lenguaje contemporáneo.
Compara eso con el énfasis en traducir la Biblia al lenguaje de la gente de Lutero y Valera y tantos otros. Una de las cosas que más enfatizaron los reformadores fue el hecho de que la Biblia y los cultos debían estar en el lenguaje de la gente. Lo que es más, compara eso con la forma en que la Biblia está escrita. Tenemos las palabras de Cristo y los Apóstoles en el lenguaje de las masas. La mayor parte del Antiguo Testamento también está escrito en un idioma fácil de entender en su momento. Lamentablemente, nuestras Biblias están llenas de “vosotros” y otras formas que en el original son simples “tú” y “ustedes”.
La Biblia está escrita en un lenguaje accesible al lector original. Los reformadores procuraban hablar en el lenguaje de sus tiempos. Sin embargo, aquellos que están en contra de la adoración contemporánea violan este principio al solo procurar cantar canciones escritas hace cientos de años sin siquiera actualizar frases oscuras. Esto me recuerda la actitud sobre la que advierte el predicador: “No digas: “¿Por qué fueron los días pasados mejores que éstos?” Pues no es sabio que preguntes sobre esto”, Eclesiastés 7:10.
Conclusión
Este escrito no es un rechazo de los buenos himnos, los cuales amo y disfruto cantar. Hay mucho más que se puede y debe decir. Sería bueno escribir sobre los peligros de la música de adoración contemporánea, y las ventajas de la adoración tradicional. Tal vez hablar de qué caracteriza las buenas canciones de adoración. O de la idolatría funcional con la que personas –en ambos campamentos, el tradicional y el contemporáneo– defienden sus preferencias. Pero creo que hasta aquí es suficiente como una introducción al tema. Si piensas en alguna otra razón por la que preferir la adoración contemporánea, deja tu comentario aquí debajo y contribuye en la conversación. Al final, de una u otra forma, que la gloria sea a nuestro Dios, en el nombre de Jesús, por el poder del Espíritu, a través del evangelio que nos salvó y del cual debemos cantar.
Jairo sirve como director editorial de Coalición por el Evangelio y está encargado de idear y supervisar el contenido del ministerio. Es dircetor del grupo universitario en la Iglesia Bautista Internacional en República Dominicana, y tiene una Maestría en estudios teológicos del Southern Baptist Theological Seminary. Está casado con Patricia.
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