Notas sobre LA RESURRECCIÓN DE
JESÚS a partir de Kasper (JC cap. 10) como fundamento de nuestra fe en Jesús y
contenido salvífico para nosotros
1º La Cristología
se cae o se sostiene con la fe en la Resurrección de Jesús.
El Dios de nuestros padres ha glorificado a su Siervo
Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato... Pero Dios le resucitó de entre
los muertos, y nosotros somos testigos de ello (Hch 3,13-15).
-> Interés actual y urgencia de la reflexión sobre la Resurrección de Jesús.
-> El problema hermenéutico y el difícil acceso a la fe desde la
modernidad crítica.
-> Todo comenzó en Galilea, con el anuncio de la llegada del
Reinado de Dios,
que desencadenaría un conflicto que le llevó hasta el enfrentamiento en
Jerusalén y su muerte en la cruz.
-> A) La
cuestión de la génesis u "origen" histórico de la fe en la
Resurrección de
Jesús.
-> Los datos de la tradición neotestamentaria. El problema de la superación
de la cruz. Un
acontecimiento desencadenante. El testimonio de los testigos. La designación de
la experiencia original como ophthê
o apocalypsis.
-> Dificultades ideológico-hermenéuticas de los datos. Resultado: la insuficiencia de
los intentos de explicación histórico-genética como autoconvencimiento,
sugestión o mera conversión (Kessler 170ss.; Kasper-Vidal 289ss.)
-> El problema del lenguaje para una experiencia inaferrable y
la importancia de los relatos. Y el problema del cómo imaginarnos la
experiencia en analogía con lo que podamos comprender sin reducirlo a nuestras
posibilidades de comprensión, respetando su originalidad y hasta su falta de
analogía con todo otro acontecimiento. Hablaremos de «cristo-fanías», de «auto-presentación»
de Jesús, de salirles al encuentro como yendo al Padre y de verdadero «encuentro»
interpersonal que no les deja igual sino produce su impacto y su efecto en
ellos. Desde la teología fundamental parece dudoso que un hecho de Revelación,
ya profética o pascual, pueda ser objeto de una representación mental
verificable (cf. Kessler 191).
-> B) De la
cuestión por el origen histórico a la
pregunta por el fundamento suficiente
de la fe pascual, que incluye pero trasciende la cuestión del origen.
-> Las apariciones serían el fundamento
cognitivo originario para la fe apostólica, pero el verdadero fundamento de la
fe es Jesús mismo, ahora resucitado, que les sale al encuentro, como
manifestación de una nueva y escatológica acción de Dios sobre él, y para
nosotros. Sólo el Crucificado ahora resucitado por Dios podía y puede mantener
la fe en él y en la llegada del Reinado de Dios escatológico, en su proximidad
incondicional y amorosa para con los hijos "perdidos" y los
"víctimas".
-> El mismo
Resucitado abre su propio campo hermenéutico (R. Marlé), o sea, el de la
interpretación
de las Escrituras a partir de lo acaecido en Jesús; y viceversa: la comprensión
de lo acaecido en Jesús a partir de la historia de las intervenciones
salvíficas de Dios, y de las expectativas, de que daban testimonio las
Escrituras. (Cf. Lc 24,13-35: «Comenzando por Moisés y por todos los profetas,
Jesús les explicó a través de todas las Escrituras lo que le concernía a él»; y
«le reconocieron al partir el pan»). Resultado: el acceso a Jesús no puede
ignorar el acceso que el mismo Resucitado posibilita, el que él se hizo posible
en ellos, y que quedó plasmado en el testimonio global del NT, y en la
comunidad de fe convocada para el memorial de su muerte y resurrección.
2º El contenido y
significación soteriológica de nuestra fe en la Resurrección de Jesús.
-> Acción de
Dios: La fe apostólica como «comienzo en plenitud», fundante e irrebasable. La problemática del «comienzo»
para la historicidad humana, que no es meramente pasado, como el «ésjaton» no
es meramente futuro (Darlap, Escuela de Tubinga, Rombach, etc.). Retrospectivamente,
contamos con una serie de comienzos que sólo pueden tener a Dios como su
agente, y por eso son comienzos absolutos en la relatividad de la historia o del
tiempo: 1. La Resurrección y los relatos pascuales, 2. la Encarnación y los
relatos de anunciación, 3. los Profetas y sus relatos de vocación, 4. la
creación del pueblo de Israel y los relatos del Éxodo y de los Patriarcas, y 5.
la Creación y los relatos de creación. Diversos géneros literarios pero
determinados por el mismo tema del comienzo, tema de los orígenes arrebatado
del mundo mitológico para resituarlo en la historia concreta que hacemos los
humanos (P. Gibert, Bible, mythes et
recits de comencement, Ed. du Seuil, Paris 1986)). Hablamos aquí de un
nuevo comienzo, una nueva creación en medio de la historia que aún perdura.
-> Re-acción
del hombre: La fe de los apóstoles y nuestra fe mediada por aquélla. La nueva comunidad de fe
convocada en el Espíritu del Resucitado, en cuanto signo e instrumento de la
presencia permanenete del Resucitado en la historia. La
"credibilidad", hoy, del primer testimonio pascual apostólico
(Kessler 213ss.) y la pregunta por el fundamento y contenido d ela fe..
-> A) La
resurrección de Jesús como acción poderosa y escatológica de Dios. ¿Qué significa que «Dios
actúa»? (Kessler 234-256; Werbick 154-167) El problema de las
"intervenciones" de Dios en la historia: ni extrinsecismo ni
inmanentismo. El designio salvífico de Dios se da en una secuencia de acontecimientos
y siempre mediante unas experiencias humanas últimamente indeducibles,
que se insertan en esa secuencia, que nos invita a «aprender a aprender» cómo
Dios actúa su salvación en las humanas mediaciones (J. L. Segundo).
1. Esta
mediación humana se excluye en el único acto totalmente suyo, el acto absoluto
de la creación de la nada.
2. Luego,
cuando Dios interviene en la historia crea una diferencia respecto de lo
accesible "desde abajo" o respecto de aquello en lo que el hombre se
proyectaba. Dios responde al hombre sí, y en su respuesta al hombre le sorprende:
no hubiéramos imaginado a Dios así, si no hubiera acontecido así. Esta
diferencia se perdería si no mantenemos la tensión entre el
"contenido" salvífico humanizador y el indeducible
"acontecer/experiencia" de salvación que viven unos seres humanos en
fe. Una constante: "la fuerza en la debilidad".
3. Y por
último tenemos la acción de Dios en la resurrección de Jesús, que se sitúa al
nivel del poder creador de Dios, sin actividad mediadora humana, pero dando a
conocer dicha intervención por medio de experiencias humanas históricas de los
testigos. Es esta la respuesta de Dios y su justicia salvífica a la historia
humana, y en concreto, a la historia de Jesús. El significado teológico del
«tercer día».
4. Queda ahora
aún, después de la intervención de Dios en su día, el modo de intervenir en
nuestras vidas y en toda la humanidad de antes y después de Jesús, que realiza
mediante su Espíritu Santo, dicho Espíritu, en la tradición y progreso de los
que guardan la memoria de Jesús, les ayuda a recordar y hacer actual el
significado salvador de su vida, palabras, signos, conflicto, muerte y
resurrección.
-> B) La
resurrección como exaltación de Jesús, el crucificado. Dios estuvo en Cristo reconciliando
al mundo consigo (2 Cor 5,19). El Sí de Dios a Jesús, significa la unidad
paradógica entre cruz y resurrección. No hay otra palabra de Dios, más que la
palabra de la cruz, tomada ésta como la síntesis de toda la vida y persona de
Jesús. La corporalidad del Resucitado significa la salvación de esta historia de
relaciones vividas mediante el cuerpo. Un pedazo de nuestra historia entra en
la trascendencia del amor de Dios, y en ese "cuerpo espiritual" o de
resucitado mantiene Jesús la relación con nosotros y con nuestra historia, y
somos llamados a in-corporarnos a él. La exaltación de Jesús significa que el
Crucificado ahora es Señor, participa del mismo señorío de Dios para nuestra
salvación.
-> C) La
resurrección de Jesús revierte en nuestro mundo significando su salvación. La mediación salvífica
universal del Señor exaltado coincide con la expansión-misión universal del
Espíritu Santo de Dios. El "ya" y el "todavía no" de la
salvación, de camino hacia la plenitud escatológica en que Dios sea todo en
todos. La historia humana cuenta ahora con una determinación óntica nueva. No
se hace el mismo análisis de la historicidad y de la historia humana si se
cuenta con el final anticipado en términos de resurrección de la
"carne", tal como lo confesamos acaecido ya en Jesús. Esta historia,
esta "carne", este mundo, en toda su fragilidad y hasta en todo su
pecado, merece ser vivido si lo contemplamos desde la perspectiva de su
redención en Jesucristo: nuestra “carne” y nuestra historia concreta como nos
hemos ido haciendo personas, son redimibles; y así, redimidas, purificadas,
transfiguradas por el Dios vivo y eternos, podrán alcanzar la plenitud hacia la
que tendían, podrán participar de vida eterna con Dios. Habrá justicia también
para los que han caído víctimas de las injusticias humanas. Y quienes
contemplamos así las cosas somos invitados a anticipar ya en la historia,
sacramental y políticamente, “la redención de lo humano”.
En efecto: La luz de la Resurrección
de Jesús sobre las cuestiones que más nos importan: el destino o vocación del ser
humano o el valor de esta creación y esta historia. Donde abundó el pecado
sobreabundó la gracia. Ser
cristiano es reproducir en nuestra vida el misterio pascual y así podemos
cargar con las dificultades del crecimiento humano y espiritual en el
seguimiento de Jesús. Presencia del Señor resucitado, mediante su Espíritu, se
manifiesta particularmente en la acción de la Iglesia. El Espíritu
“derramado a toda carne” interpela también a la Iglesia. Pero sobre
todo, con la fe en la rsurrección de
Jesús sostenemos que aquella bienaventuranza
del Señor se cumple: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
porque serán saciados».
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