La
Didajé es un texto fundamental del cristianismo primitivo, puesto que es
un resumen de la enseñanza (= didaché gr.) de los apóstoles. Es el texto
no canónico más antiguo que conocemos —incluso anterior a algunos libros del
Nuevo Testamento—. Algunos doctores del siglo III, como Clemente de Alejandría
, llegaron a citar la Didajé como escritura divinamente inspirada[1].
A
pesar del título, no se entiende que haya sido escrita por la totalidad de los
apóstoles o por alguno de ellos, sino sencillamente que el escritor se propone
recoger las enseñanzas fundamentales —de carácter preferentemente moral— que, a
través de los apóstoles, se remontan al Señor. Como podrá advertirse, el texto
está impregnado del espíritu evangélico.
Tal
como nos ha llegado, el libro puede dividirse en tres partes claramente
identificables, a saber: una instrucción que —según se afirma en VI, I— ha de
preceder al bautismo, cuyo carácter es esencialmente moral y práctico; se
expone mediante la alegoría de los dos caminos (caps. I-VI). Un esbozo de
ritual para los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía — o Santa Cena —
(VII-IX), con un capítulo intercalado sobre el ayuno y la oración. Finalmente,
una ordenación de las relaciones de la comunidad respecto a apóstoles y
profetas, con avisos y cautelas para distinguir los verdaderos de los falsos
profetas (XI-XIII), la manera en que se debe proveer sustento, algunas
indicaciones sobre el día del Señor, y criterios sobre la elección de Obispos y
Diáconos. Una exhortación a la vigilancia, con referencia a los últimos
tiempos.
Lea atentamente la Didajé
y luego complete el cuestionario correspondiente (al final del texto).
Como esta lección es optativa, no se evaluará en el examen final.
La Doctrina de los doce
Apóstoles
Doctrina del Señor a las naciones
por medio de los doce apóstoles.
Traducida por Rvdo. P. Daniel
Ruiz Bueno C. M. E., catedrático de lengua griega. México, Librería Parroquial,
1946.
I. Los dos caminos
Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte;
pero grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos.
Camino de la vida
Ahora bien, el camino de la vida
es éste: En primer lugar, amarás a Dios que te ha creado; y un en segundo
lugar, a tu prójimo, como a ti mismo.
Y todo aquello que no quieras se
te haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro.
La perfección evangélica
Mas la doctrina de estas palabras
es como sigue:
Bendecid a los que os maldicen y
orad por vuestros enemigos, y aun ayunad por los que os persiguen. ¿Pues qué
gracia tiene que améis a los que os aman? ¿No hacen también eso mismo los
gentiles? Mas vosotros amad a los que os aborrecen y no tendréis enemigos.
Abstente de los deseos carnales y
corporales.
Si uno te da una bofetada en la
mejilla derecha, vuélvele también la izquierda y serás perfecto.
Si uno te fuerza a ir con él el
espacio de una milla, acompáñale dos.
Si alguien
te quitare el manto, dale también la túnica.
Si alguien
te quita lo tuyo, no lo reclames, pues tampoco puedes.
La limosna
A todo el que te pida, dale, y no
se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos se dé de sus propios dones.
Bienaventurado
el que da, conforme al mandamiento, pues es inocente.
Mas ¡ay del
que recibe! Porque si recibe por necesidad, será inocente; mas el que recibió
sin necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué y para qué recibió. Será puesto
en prisión y no saldrá de allí hasta pagar el último ochavo.
Y aun sobre
esto fue dicho: “Que tu limosna sude en tus manos, hasta que sepas a quién
das”.
II. El segundo mandamiento
El segundo mandamiento de la Doctrina es éste:
No matarás.
No cometerás adulterio. No corromperás a los jóvenes. No fornicarás. No
robarás. No te dedicarás a la magia ni a la hechicería. No matarás al hijo en
el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los
bienes de tu prójimo. No perjurarás. No levantarás falsos testimonios. No
calumniarás ni guardarás rencor a nadie.
No serás
doble ni de pensamiento ni de lengua, pues la doblez es un lazo de muerte.
Tu palabra
no será mentirosa ni vacía, sino cumplida por la obra.
No serás
avariento, ni ladrón, ni fingido, ni mal intencionado, ni soberbio.
No tomarás
mal consejo contra tu prójimo.
No
aborrecerás a ningún hombre, sino que a unos les corregirás, a otros los compadecerás;
por unos rogarás y a otros amarás más que a tu propia alma.
III. Apártate del mal
Hijo mío, huye de todo mal y de
cuanto se asemeje al mal. No seas iracundo, porque la ira conduce al asesinato.
No seas
envidioso, ni disputador, ni acalorado, pues de todas estas cosas se engendran
muertes.
Hijo mío,
no te dejes llevar de tu deseo, pues el deseo conduce a la fornicación.
No hables
deshonestamente ni andes con ojos desenvueltos, pues de todas estas cosas se
engendran fornicaciones.
Hijo mío, no
te hagas adivino, pues esto conduce a la idolatría; ni encantador, ni
astrólogo, ni purificador, ni quieras ver estas cosas, pues de todo ello se
engendra idolatría.
Hijo mío,
no seas mentiroso, pues la mentira conduce al robo.
No seas
avaro ni vanaglorioso, pues de todas estas cosas se engendran robos.
Hijo mío,
no seas murmurador, pues la murmuración conduce a la blasfemia.
No seas
arrogante, ni de mente perversa, pues de todas estas cosas se engendran
blasfemias.
Haz el bien
Sé más bien mando, pues los mansos poseerán la tierra.
Sé
longánime, compasivo, sin malicia, tranquilo, bueno y temeroso en todo tiempo
de las palabras que oíste.
No te
exaltes a ti mismo, ni consientas a tu alma temeridad alguna.
No se
juntará tu alma con los soberbios, sino que conversarás con los humildes y con
los justos.
Recibe como
bienes las cosas que te sucedieren, sabiendo que sin la disposición de Dios
nada sucede.
IV. La comunidad cristiana
Hijo mío, acuérdate noche y día del que te habla la palabra
de Dios y hónrale como al Señor; porque donde la gloria del Señor es anunciada,
allí está el Señor.
Buscarás
todos los días los rostros de los santos, a fin de recrearte con sus palabras.
No
fomentarás la escisión, sino que pondrás en paz a los que contienden.
Juzgarás
con justicia, sin miramiento de personas, para reprender las faltas.
No dudarás
si será o no será.
Liberalidad en el dar
No seas de los que alargan la mano para recibir y la encogen
para dar. Si adquieres algo con el trabajo de tus manos, da de ellos como
redención de tus pecados.
No dudarás
si das o no, ni murmures cuando des, pues has de saber quién es el buen
recompensador de tu limosna.
No eches de
ti al necesitado, sino comunica en todo con tu hermano, y de nada digas que es
tuyo propio. Pues si en los bienes inmortales os comunicáis, ¿cuánto más en los
mortales?
La familia cristiana
No levantarás la mano de tu hijo
o de tu hija, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor. No
mandarás con aspereza a tu esclavo ni a tu esclava, que esperan en el mismo
Señor que tú, no sea que pierdan el temor del Señor que está sobre unos y
otros.
Porque no
viene a llamar con miramiento de personas, sino a aquellos a quienes preparó su
Espíritu.
Por vuestra
parte, vosotros, esclavos, someteos a vuestros señores, como a representantes
de Dios, en reverencia y temor.
Últimos preceptos
Aborrece toda hipocresía y todo
cuanto no agrada al Señor. No abandones los mandamientos del Señor, sino guarda
lo que recibiste sin añadir ni quitar cosa alguna.
Confiesa en
la reunión tus pecados y no te acerques a la oración con mala conciencia.
Este es el
camino de la vida.
V. El camino de la muerte
El camino de la muerte es este:
Ante todo,
es camino malo y lleno de maldición. En él se dan muertes, adulterios,
concupiscencias, fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías,
rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, dobles de corazón, engaño, soberbia,
malicia, arrogancia, avaricia, deshonestidad en el hablar, celos, temeridad, altivez
y jactancia.
Quiénes lo siguen
Este camino siguen los perseguidores de los buenos, los
aborrecedores de la verdad, los amadores de la mentira, los que no conocen el
galardón de la justicia, los que no se adhieren al bien ni al recto juicio, los
que vigilan y no para el bien, sino para el mal.
Síguenlo
otros sí, aquellos de quienes está lejos la mansedumbre y la paciencia, los
amadores de la vanidad, los que sólo buscan su recompensa, los que no se
compadecen del pobre, los que no trabajan por el atribulado, los que no
reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, los destructores de la
imagen de Dios, los que arrojan de sí al necesitado, los que oprimen al
atribulado, los abogados de los ricos, los jueces inicuos de los pobres, los
pecadores en todo.
Apartaos,
hijos, de todas estas cosas.
VI. Vía media
Vigila para que nadie te extravíe de este camino de la Doctrina,
pues te enseña fuera de Dios. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo
del Señor, serás perfecto; mas si no puedes todo, haz aquello que puedas.
Respecto de
la comida, guarda lo que puedas; mas de lo sacrificado a los dioses, abstente
enteramente, pues es culto a los dioses muertos.
VII. El Bautismo
Respecto del bautismo, bautizad de esta manera. Dichas con
anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo, en agua viva.
Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua.
Si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con agua caliente.
Si no tuvieres ni una ni otra, derrama tres veces agua sobre
la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Antes del bautismo, ayune el que bautiza y el bautizando, y
algunos otros, si pueden. Al bautizando le mandarás ayunar uno o dos días
antes.
VIII. El ayuno cristiano
Vuestros ayunos no han de ser al tiempo que lo hacen los
hipócritas; porque éstos ayunan el día segundo y quinto de la semana. Mas
vosotros ayunad el día cuarto y el día de la preparación.
La oración cristiana
No oréis tampoco como los hipócritas, sino que tal, como os
mandó el Señor en su Evangelio, así tenéis que orar:
Padre nuestro celestial,
Santificado sea tu nombre
Vanga tu reino,
Hágase tu voluntad,
Como en el cielo, también en la tierra
El pan nuestro de nuestra subsistencia,
dánosle hoy;
y perdónanos nuestra deuda, así como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación,
mas líbranos del malo.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Así oraréis tres veces al día.
IX. La Eucaristía
Respecto de la Eucaristía, daréis gracias de esta manera:
Primeramente, sobre el cáliz:
Te damos gracias, Padre nuestro,
Por la santa viña de David, tu siervo,
La que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Luego, sobre la fracción:
Te damos gracias, Padre nuestro,
Por la vida y el conocimiento
Que nos manifestaste
Por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Como este fragmentos
Estaba disperso sobre los montes
Y reunido se hizo uno,
Así sea congregada tu Iglesia
De los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder
Por Jesucristo eternamente.
Que nadie como y beba de vuestra Eucaristía, sino los
bautizados en el nombre del Señor. Pues justamente sobre esto dijo el Señor:
“No déis lo Santo a los perros”.
X. Después del ágape.
Después de saciaros, daréis gracias de este modo:
Te damos gracias, Padre nuestro,
por tu Santo nombre,
que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad
que nos manifestaste
por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Tú, Señor omnipotente,
Creaste todas las cosas por causa de tu nombre,
Y diste a los hombres
comida y bebida para su disfrute,
a fin de que te dé gracias.
Mas a nosotros nos concediste
Comida y bebida espiritual
Y vida eterna por tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias,
porque eres poderoso.
A ti sea la gloria por los siglos
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
Para liberarla de todo mal,
Y reúnela, santificada,
De los cuatro vientos
En el reino que Tú le preparaste.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Venga la gracias y pase este mundo.
Hosanna al dios de David.
El que sea santo, que se acerque;
El que no lo sea, que haga penitencia.
Maranathá. Amén.
A los profetas, permitidles que den gracias cuantas quieran.
La unción.
Respecto del óleo de la unción, daréis gracias de esta
manera:
Te damos gracias, Padre nuestro,
Por el óleo de la unción,
que Tú nos manifestaste
por Jesucristo, tu Siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
XI. Apóstoles y profetas.
Así, pues, al que viniere a vosotros y os enseñare todo lo
antedicho, recibidle; mas si, extraviado el maestro mismo, os enseñare otra
doctrina para vuestra disolución, no la recibáis.
Al que enseñare, en cambio, para aumentar vuestra justicia y
conocimiento del Señor, recibidle como al Señor.
Respecto de los apóstoles y profetas, procederéis conforme a
la doctrina del Evangelio.
Todo apóstol que venga a vosotros, sea recibido como el
Señor.
Alerta con los falsarios.
El Apóstol no permanecerá entre vosotros sino un solo día;
si hubiere necesidad, otro más. Pero si permaneciere tres días, es un falso
profeta.
Al salir de entre vosotros, el apóstol no ha de tomar nada
consigo, si no fuere pan, hasta su nuevo alojamiento. Mas si pidiere dinero, es
un falso profeta.
No juzgar al profeta.
No examinéis ni juzguéis a ningún profeta que habla en
espíritu, porque todo pecado se perdonará, pero este pecado no se perdonará.
Sin embargo, no todo el que habla en espíritu es profeta,
sino el que tuviere las costumbres del Señor.
Así, pues, por sus costumbres se conocerá el verdadero y
falso profeta.
Señales de discernimiento.
Todo profeta que manda poner una mesa, no come de ella; en
caso contrario, es un falso profeta.
Y si un profeta enseña la verdad, pero no cumple lo que
enseña, es un falso profeta.
Todo profeta que se ha probado ser verdadero, que hace algo
para el misterio mundano de la Iglesia, pero no enseña a hacer lo que él hace,
no ha de ser juzgado de vosotros, pues tiene su juicio con Dios. Del mismo
modo, en efecto, obraron los antiguos profetas. Mas el que dijere en espíritu:
Dame dinero y otras cosas, no le escuchéis; mas si dijere que se dé para otros
necesitados, que nadie le juzgue.
XII. Peregrinos y vagos
Todo el que llegare a vosotros en el nombre del Señor, sea
recibido; luego, examinándole, le conoceréis —pues tenéis inteligencia— por su
derecha y por su izquierda.
Si el que llega a vosotros es un caminante, ayudadle en
cuanto podáis. Sin embargo, no permanecerá entre vosotros sino dos días, y si
hubiere necesidad, tres. Si quiere establecerse entre vosotros y tiene un
oficio, que trabaje y así se alimente.
Si no tuviere oficio, proveed conforme a vuestra prudencia
para que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso.
Caso de que no quisiere hacerlo así, es un traficante de
Cristo.
XIII. El sustento de profetas y maestros.
Todo profeta verdadero, que quiera establecerse entre
vosotros, es digno de su sustento.
Igualmente, el maestro verdadero merece también, como el
trabajador, que le alimentéis.
Por lo tanto, de todos los productos del lagar y de la era,
de los bueyes y de las ovejas, darás las primicias a los profetas, pues ellos
son vuestros sumo sacerdotes.
Si no tuvieres profeta, dádselo a los pobres.
Si amasares pan, toma las primicias y dalas conforme al
mandato de la ley.
Igualmente, cuando abrieres un cántaro de vino o de aceite,
toma las primicias y dalas a los profetas.
Toma de tu plata y vestidos y de toda tu riqueza las
primicias que te pareciere, y dalas conforme al mandato de la ley.
XIV- El día del Señor.
Reuníos el día del Señor, partid el pan y celebrad la acción
de gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro
sacrificio sea puro.
Todo el que tuviere contienda con su prójimo, no se junte
con vosotros hasta tanto se hayan reconciliado, a fin de que no se profane
vuestro sacrificio.
Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: “En todo
lugar y en todo tiempo, se me ofrece un sacrificio puro, porque Yo soy Rey
grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones”.
XV. Elección de obispos y diáconos.
Elegíos, pues, inspectores y ministros dignos del Señor, que
sean hombres mansos, desinteresados, veraces y probados. Porque también ellos
os sirven el ministerio de los profetas. No los despreséis, pues, porque ellos
son los que alcanzan honor entre vosotros, juntamente con los profetas y
maestros.
La corrección fraterna.
Corregíos los unos a los otros, no con ira, sino con paz,
como lo tenéis en el Evangelio. Nadie hable con el que hubiere faltado contra
otro, ni él oiga palabra de vosotros, hasta que se arrepienta. Vuestras
oraciones, vuestras limosnas y todas las demás acciones, las haréis como lo
tenéis en el Evangelio de Nuestro Señor.
XVI. Exhortación a la vigilancia.
Vigilad sobre vuestra vida; no se apaguen vuestras
linternas, ni se desciñan vuestras cinturas, sino estad preparados, porque no
sabéis la hora en que ha de venir vuestro Señor.
Reuníos con frecuencia y buscad lo que conviene a vuestras
almas, pues de nada os aprovechará todo el tiempo de vuestra fe, si en el
último momento no sois perfectos.
Los últimos tiempos.
Porque en los últimos días se multiplicarán los falsos
profetas y los corruptores, y las ovejas se convertirán en lobos y el amor se
convertirá en odio.
Porque, creciendo la iniquidad, los hombres se aborrecerán
unos a otros y se perseguirán y traicionarán.
Y entonces aparecerá el extraviador del mundo, como hijo de
Dios.
Y hará señales y prodigios
Y la tierra será entregada en sus manos,
Y cometerá crímenes
Cuales no fueron desde los siglos.
Entonces la creación de los hombres vendrá al abrasamiento
del a prueba, y muchos se escandalizarán y perecerán.
Mas los que perseveraren en la fe
Se salvarán por el mismo que aquellos maldicen.
Signos finales
Y entonces aparecerán los signos de la verdad. Primeramente,
el signo de la apertura en el cielo; luego, el signo de la voz de la trompeta;
y el tercero, la resurrección de los muertos. Mas no de todos, sino como fue
dicho: “Vendrá el Señor y todos sus ángeles con él”.
Entonces verá el mundo al Señor que viene sobre las nubes
del cielo. g
[1] No
obstante, Eusebio pone a la Didajé entre los escritos decididamente nothoi
o espúreos, junto a Los Hechos de Pablo, el llamado Pastor, y la Epístola
de Bernanbé (Historia Eclesiástica, III, 25,4).
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