Quizá alguien se pregunte el por qué de un nuevo artículo sobre el fundamentalismo1. No está en mi ánimo contribuir a la polarización entre liberalismo-fundamentalismo, como dos trincheras desde las que combatir a un contrario. Tampoco deseo hacer únicamente una descripción de qué es el fundamentalismo, aunque el carácter pedagógico impone un cierto nivel de explicación de este movimiento. Tampoco hablaremos del fundamentalismo como movimiento común a diferentes religiones tradicionales, es objeto de consideración del presente artículo solo el fundamentalismo cristiano en general y el protestante en particular. Básicamente la pretensión de la reflexión que a continuación se presenta es la comprensión de cómo un fenómeno religioso, que aparentemente contiene innegables aspectos negativos, puede llegar a popularizarse y en algunos sectores seguir manteniendo un indudable vigor tras más de un siglo de vida.
Hay aquellos que piensan que la única presentación válida para el Evangelio es una comprensión pre-moderna del mismo. Sin embargo, a continuación veremos que aunque el fundamentalismo cristiano bebe programáticamente de un rechazo a la modernidad, en realidad tiene más puntos en común con ella de lo que cabría esperar. Por eso lo primero que debemos hacer es definir a qué nos referimos cuando hablamos de fundamentalismo.
¿Qué es el fundamentalismo?
En primer lugar, habría en mi opinión que distinguir entre un fundamentalismo como mero posicionamiento teológico y un fundamentalismo como fenómeno sociológico con implicaciones religiosas y políticas, refiriéndonos, como ya comentado, siempre al fundamentalismo cristiano, y sobre todo el que se produce dentro del ámbito protestante.
El fundamentalismo como posicionamiento teológico fue una reacción a principios del s. XX en Estados Unidos frente a los posicionamientos teológicos liberales. Desde entonces se producirá un enfrentamiento dicotómico entre fundamentalismo y liberalismo, parece que no hay lugar para la disidencia en ninguno de los dos bandos, automáticamente o eres liberal o eres fundamentalista. Aunque en realidad entre esos dos extremos hay una amplia gradación de posicionamientos teológicos.
En cualquier caso, el fundamentalismo hace referencia a lo que se considera “lo fundamental”. De hecho el término se adopta cuando en Estados Unidos se publican una serie de artículos en la que se expresan “los fundamentos de la fe cristiana”. Estos fundamentos se definieron en cinco puntos, a saber:
Ahora bien, lo que me gustaría señalar es que el fundamentalismo como posicionamiento teológico me parece posible, legítimo y respetable. Es tarea importante de la teología comprender la fe y explicitar lo que es importante y por qué lo es, en esto no veo ningún problema, ni considero que tuviera que haberlo, siempre y cuándo se acepte, al menos como posibilidad, que haya otras aproximaciones teológicas, igualmente posibles, legítimas y respetables.
Fundamentalismo como fenómeno sociológico
Sin embargo, el fundamentalismo teológico se trasmuta en un fenómeno sociológico. Aquí ya no nos encontramos con argumentos teológicos y bíblicos que pueden ser discutidos, opinables, pensados, estudiados y rebatidos, sino con un fenómeno sociológico que como tal crea una identidad que sirve para definir grupos, congregaciones e incluso amplios sectores de la sociedad. ¿Qué ocurre entonces? Que los principios teológicos se convierten en elementos de identidad y por tanto de exclusión o de inclusión al grupo al que adscriben. La teología se pone al servicio de la política en el sentido más restrictivo de la palabra, es decir, de lo partidista. En este sentido lo teológico se seculariza y fundamentalista o liberal ya no definen solo pensamientos teológicos, sino que catalogan personas a las que se acepta o se rechaza por el mero hecho de llevar una etiqueta.
He distinguido entre un fundamentalismo teológico y un fundamentalismo sociológico porque considero que el segundo es potencialmente peligroso, mientras que el primero es solo potencialmente debatible.
¿Cómo se produce entonces el paso de un fundamentalismo teológico a uno sociológico? Básicamente pienso que el fundamentalismo puede definirse como aquella parte del pensamiento cristiano al que se le ha indigestado la modernidad. Y esto no pretende ser ni un chiste ni una caricatura sino una expresión gráfica de lo que esencialmente está detrás del fundamentalismo.
Desde el s. XIX, cuando el conocimiento científico comienza a aumentar y tener altas cotas de popularización, así como influido por las corrientes filosóficas imperantes en el contexto que surge de la Ilustración, hacen que la comprensión de la fe cristiana necesite ser repensada. Esto es lo que la teología liberal intenta hacer con mayor o menor acierto, según pueda opinarse, sin embargo, hay un componente conservador dentro del pensamiento cristiano que se opone a cualquier cambio en la comprensión de la fe cristiana. Este cristianismo al que se le indigesta la modernidad deviene en fundamentalismo.
Como el fundamentalismo rechaza la modernidad acríticamente, el fundamentalismo también rechaza la sociedad que surge de la modernidad. Pero como la sociedad a principios del s. XX es ya mayoritariamente moderna lo que hace es distinguirse de ella, creando una identidad socio-cultural propia basada en principios teológicos. Como no gusta la realidad de la sociedad que se observa y en la que se vive se crea una realidad paralela.
Por eso el fundamentalismo como fenómeno sociológico crea una realidad paralela al conjunto de la sociedad. Si en las universidades se enseña, se desarrolla y se produce un conocimiento científico y filosófico con el que no se está ideológicamente de acuerdo, se crean unas universidades propias a las que además se califican como “cristianas”. Del mismo modo se crean colegios e institutos también “cristianos”, todos ellos impulsados por la agenda fundamentalista. De igual manera se crean parques temáticos dedicados a las tesis creacionistas. Al mismo tiempo se crea toda una industria de cultura y ocio “cristiana”, con películas, música, libros todos ellos “cristianos” para distinguirse del resto de la sociedad liberal y secularizada.
Fundamentalismo, modernidad y disonancia cognitiva
Sin embargo, como ya apuntamos anteriormente el fundamentalismo con su literalismo bíblico le debe mucho más a la modernidad de la Ilustración de lo que en principio asume. El igualar verdad con veracidad histórica, solo lo que es históricamente comprobable es cierto, así como un sentido positivista de la verdad, solo aquello que es científicamente comprobable es cierto, son partes inherentes de las tesis fundamentalistas. Y esto evidentemente se debe al paso por la modernidad, porque lo queramos o no nuestra sociedad y nuestro pensamiento están configurados por la misma, otra cosa es que tengamos capacidad crítica con ello, pero ése es otro tema.
Esta incoherencia en el pensamiento fundamentalista, una reacción contra la modernidad desde patrones modernos que no son asumidos conscientemente, puede explicarse desde un modelo sociológico que se llama “disonancia cognitiva”2 , vamos a tratarlo brevemente.
Se produce una “disonancia cognitiva” cuando dos elementos dentro de un sistema de pensamiento o de creencias se revelan como incompatibles. Pongamos un ejemplo, si partimos de la premisa de que solo lo que es histórica y científicamente cierto es verdadero y la ciencia descubre que el universo no tiene 6500 años, como una supuesta cronología bíblica pareciera establecer, sino 13700 millones de años, una de dos, o la Biblia se equivoca o se equivoca la ciencia. Así vemos como en el pensamiento del fundamentalista se produce esta “disonancia cognitiva”, da relevancia tanto a la ciencia como a la Biblia pero según la comprensión que tiene de ambas se produce un conflicto, así que esta tensión debe resolverse de alguna manera.
Evidentemente la “disonancia cognitiva” no es algo que se produzca solo en aquellos que se reconocen como fundamentalistas, solo estamos usando este modelo para intentar explicar cómo es posible que en las tesis fundamentalistas convivan elementos que en principio son antagónicos.
Como hemos dicho, la tensión que se produce en un sistema de pensamiento cuando dos o más elementos entran en contradicción debe resolverse, porque de lo contrario la coherencia de todo el sistema se ve amenazada. La estrategia más habitual para resolver cualquier disonancia cognitiva es adquirir y ampliar nuevos conocimientos que hagan modificar uno o los dos elementos que han entrado en conflicto. Si parece que hay una contradicción entre Biblia y ciencia, tal contradicción podría resolverse si los conocimientos acerca de la Biblia se amplían y se modifican, que es lo que ha hecho los estudios histórico-críticos durante más de dos siglos, o si adquirimos nuevos conocimientos científicos, que es propio de la ciencia a medida que ésta avanza, esto debería ser suficiente para resolver cualquier contradicción entre ambas.
Sin embargo, esto no es posible para el fundamentalista porque la Biblia es un conjunto de conocimientos estable y cerrado cuya comprensión no puede alterarse. Y todo lo que dice la ciencia debe concordar con lo dicho previamente por la Biblia cuyo estatus, por ser de inspiración divina, es superior. ¿Cómo resuelve el fundamentalista su disonancia cognitiva? Quitándole la etiqueta de científico a aquello a lo que quiere desacreditar y tildándolo de ideológico o de religioso3 . Así manifiestan que el evolucionismo no es ciencia sino mero posicionamientos ideológico que raya en lo religioso, y sin embargo, por el contrario, la construcción argumental que usan para apoyar las tesis creacionistas son calificadas como verdadera ciencia. Así se resuelve la disonancia cognitiva, parte de la ciencia que se practica en las universidades “no cristianas” es pseudociencia cuando no es “mera filosofía”, con toda la carga peyorativa que tendría la designación (vuélvase a observar lo dicho, lo filosófico se rechaza porque no concuerda con un sentido positivista de la ciencia), mientras que la ciencia practicada en las universidades “cristianas” en concordancia con lo que dice la Biblia es verdadera ciencia. Y de esta manera hemos creado una realidad paralela en la que solo tienen cabida aquellos con premisas fundamentalistas.
¿Es peligroso el fundamentalismo?
El fundamentalismo teológico cuando se convierte en fenómeno sociológico contiene en sí mismo elementos que lo pueden hacer potencialmente peligroso. El elemento que hace problemático al fundamentalismo es su carácter excluyente. El fundamentalismo por ser un conjunto cerrado de conocimientos no admite un factor de autocorrección que sí está presente en cualquier disciplina académica-científica. Las premisas fundamentalistas no pueden admitir que ninguna de sus premisas sea falsa o errónea porque sus presupuestos están alineados completamente con la revelación divina, sin hacer ningún tipo de distinción entre interpretación y Escrituras, o entre éstas y la Palabra de Dios.
Cuando este carácter excluyente sin dar cabida a elementos de equilibrio se instala en un entorno social con capacidad económica y política, capaz de llevar a realización práctica las consecuencias de sus presupuestos ideológicos, la exclusión de aquellos que no están identificados adecuadamente está servida. Ahí radica la potencialidad peligrosa de todo fundamentalismo.
¿Por qué se hace alguien fundamentalista?
Evidentemente no hay pretensión de dar explicación de todos los elementos que podrían responder a una pregunta como ésta, pero básicamente lo que pretendemos analizar es cómo es posible que algunas personas admitan un sistema de pensamiento que no les permite salirse de él en ningún momento. Como dijo Max Weber “el hombre es un animal que está suspendido en redes de significación que él mismo ha tejido”4 .
Aquellos que podrían identificarse como fundamentalistas en muchas ocasiones no se identificarán como tales, ya que en muchas ocasiones las etiquetas son asignadas desde afuera, pero al construir un sistema cerrado de pensamiento lo que se pretende es blindarlo de posibles ataques externos. Es decir, el fundamentalista busca por encima de todo, seguridad psicológica. Frente a un mundo social en constante cambio en el que las certezas tradicionales parecen que se tambalean, en el que es difícil sustituir las antiguas fidelidades por otras nuevas, o en el que las identidades habituales están constantemente en entredicho, se busca un sistema de pensamiento que ofrece por encima de cualquier otra consideración seguridad.
En el pensamiento fundamentalista está claro lo que hay que creer y pensar, está claro quién es el enemigo, lo liberal, y está claro contra lo que hay que reaccionar, aquella modernidad que se pretende combatir.
El problema es que la vida diaria no está compuesta exclusivamente de ideas o de patrones de pensamiento, sino que la vida del día a día está compuesta principalmente por personas, también en la vida de las iglesias. Dado que en las filas fundamentalistas no existe la disidencia, lo que en definitiva está en juego es qué personas son admitidas y cuáles son excluidas; puede ser en el ámbito de la iglesia o de la sociedad, pero al final quienes sufren son personas de carne y hueso. Las ideas no lloran, solo las personas.
Hay aquellos que piensan que la única presentación válida para el Evangelio es una comprensión pre-moderna del mismo. Sin embargo, a continuación veremos que aunque el fundamentalismo cristiano bebe programáticamente de un rechazo a la modernidad, en realidad tiene más puntos en común con ella de lo que cabría esperar. Por eso lo primero que debemos hacer es definir a qué nos referimos cuando hablamos de fundamentalismo.
¿Qué es el fundamentalismo?
En primer lugar, habría en mi opinión que distinguir entre un fundamentalismo como mero posicionamiento teológico y un fundamentalismo como fenómeno sociológico con implicaciones religiosas y políticas, refiriéndonos, como ya comentado, siempre al fundamentalismo cristiano, y sobre todo el que se produce dentro del ámbito protestante.
El fundamentalismo como posicionamiento teológico fue una reacción a principios del s. XX en Estados Unidos frente a los posicionamientos teológicos liberales. Desde entonces se producirá un enfrentamiento dicotómico entre fundamentalismo y liberalismo, parece que no hay lugar para la disidencia en ninguno de los dos bandos, automáticamente o eres liberal o eres fundamentalista. Aunque en realidad entre esos dos extremos hay una amplia gradación de posicionamientos teológicos.
En cualquier caso, el fundamentalismo hace referencia a lo que se considera “lo fundamental”. De hecho el término se adopta cuando en Estados Unidos se publican una serie de artículos en la que se expresan “los fundamentos de la fe cristiana”. Estos fundamentos se definieron en cinco puntos, a saber:
- La Biblia es literalmente la verdad e inerrante.
- La concepción virginal y la deidad de Cristo, en su doble naturaleza divina y humana.
- La expiación sustitutiva de Jesucristo en la cruz.
- La resurrección corporal de Jesús.
- La autenticidad de los milagros de Jesús tal y como se registran en las Escrituras, y la literal segunda venida de Cristo.
Ahora bien, lo que me gustaría señalar es que el fundamentalismo como posicionamiento teológico me parece posible, legítimo y respetable. Es tarea importante de la teología comprender la fe y explicitar lo que es importante y por qué lo es, en esto no veo ningún problema, ni considero que tuviera que haberlo, siempre y cuándo se acepte, al menos como posibilidad, que haya otras aproximaciones teológicas, igualmente posibles, legítimas y respetables.
Fundamentalismo como fenómeno sociológico
Sin embargo, el fundamentalismo teológico se trasmuta en un fenómeno sociológico. Aquí ya no nos encontramos con argumentos teológicos y bíblicos que pueden ser discutidos, opinables, pensados, estudiados y rebatidos, sino con un fenómeno sociológico que como tal crea una identidad que sirve para definir grupos, congregaciones e incluso amplios sectores de la sociedad. ¿Qué ocurre entonces? Que los principios teológicos se convierten en elementos de identidad y por tanto de exclusión o de inclusión al grupo al que adscriben. La teología se pone al servicio de la política en el sentido más restrictivo de la palabra, es decir, de lo partidista. En este sentido lo teológico se seculariza y fundamentalista o liberal ya no definen solo pensamientos teológicos, sino que catalogan personas a las que se acepta o se rechaza por el mero hecho de llevar una etiqueta.
He distinguido entre un fundamentalismo teológico y un fundamentalismo sociológico porque considero que el segundo es potencialmente peligroso, mientras que el primero es solo potencialmente debatible.
¿Cómo se produce entonces el paso de un fundamentalismo teológico a uno sociológico? Básicamente pienso que el fundamentalismo puede definirse como aquella parte del pensamiento cristiano al que se le ha indigestado la modernidad. Y esto no pretende ser ni un chiste ni una caricatura sino una expresión gráfica de lo que esencialmente está detrás del fundamentalismo.
Desde el s. XIX, cuando el conocimiento científico comienza a aumentar y tener altas cotas de popularización, así como influido por las corrientes filosóficas imperantes en el contexto que surge de la Ilustración, hacen que la comprensión de la fe cristiana necesite ser repensada. Esto es lo que la teología liberal intenta hacer con mayor o menor acierto, según pueda opinarse, sin embargo, hay un componente conservador dentro del pensamiento cristiano que se opone a cualquier cambio en la comprensión de la fe cristiana. Este cristianismo al que se le indigesta la modernidad deviene en fundamentalismo.
Como el fundamentalismo rechaza la modernidad acríticamente, el fundamentalismo también rechaza la sociedad que surge de la modernidad. Pero como la sociedad a principios del s. XX es ya mayoritariamente moderna lo que hace es distinguirse de ella, creando una identidad socio-cultural propia basada en principios teológicos. Como no gusta la realidad de la sociedad que se observa y en la que se vive se crea una realidad paralela.
Por eso el fundamentalismo como fenómeno sociológico crea una realidad paralela al conjunto de la sociedad. Si en las universidades se enseña, se desarrolla y se produce un conocimiento científico y filosófico con el que no se está ideológicamente de acuerdo, se crean unas universidades propias a las que además se califican como “cristianas”. Del mismo modo se crean colegios e institutos también “cristianos”, todos ellos impulsados por la agenda fundamentalista. De igual manera se crean parques temáticos dedicados a las tesis creacionistas. Al mismo tiempo se crea toda una industria de cultura y ocio “cristiana”, con películas, música, libros todos ellos “cristianos” para distinguirse del resto de la sociedad liberal y secularizada.
Fundamentalismo, modernidad y disonancia cognitiva
Sin embargo, como ya apuntamos anteriormente el fundamentalismo con su literalismo bíblico le debe mucho más a la modernidad de la Ilustración de lo que en principio asume. El igualar verdad con veracidad histórica, solo lo que es históricamente comprobable es cierto, así como un sentido positivista de la verdad, solo aquello que es científicamente comprobable es cierto, son partes inherentes de las tesis fundamentalistas. Y esto evidentemente se debe al paso por la modernidad, porque lo queramos o no nuestra sociedad y nuestro pensamiento están configurados por la misma, otra cosa es que tengamos capacidad crítica con ello, pero ése es otro tema.
Esta incoherencia en el pensamiento fundamentalista, una reacción contra la modernidad desde patrones modernos que no son asumidos conscientemente, puede explicarse desde un modelo sociológico que se llama “disonancia cognitiva”2 , vamos a tratarlo brevemente.
Se produce una “disonancia cognitiva” cuando dos elementos dentro de un sistema de pensamiento o de creencias se revelan como incompatibles. Pongamos un ejemplo, si partimos de la premisa de que solo lo que es histórica y científicamente cierto es verdadero y la ciencia descubre que el universo no tiene 6500 años, como una supuesta cronología bíblica pareciera establecer, sino 13700 millones de años, una de dos, o la Biblia se equivoca o se equivoca la ciencia. Así vemos como en el pensamiento del fundamentalista se produce esta “disonancia cognitiva”, da relevancia tanto a la ciencia como a la Biblia pero según la comprensión que tiene de ambas se produce un conflicto, así que esta tensión debe resolverse de alguna manera.
Evidentemente la “disonancia cognitiva” no es algo que se produzca solo en aquellos que se reconocen como fundamentalistas, solo estamos usando este modelo para intentar explicar cómo es posible que en las tesis fundamentalistas convivan elementos que en principio son antagónicos.
Como hemos dicho, la tensión que se produce en un sistema de pensamiento cuando dos o más elementos entran en contradicción debe resolverse, porque de lo contrario la coherencia de todo el sistema se ve amenazada. La estrategia más habitual para resolver cualquier disonancia cognitiva es adquirir y ampliar nuevos conocimientos que hagan modificar uno o los dos elementos que han entrado en conflicto. Si parece que hay una contradicción entre Biblia y ciencia, tal contradicción podría resolverse si los conocimientos acerca de la Biblia se amplían y se modifican, que es lo que ha hecho los estudios histórico-críticos durante más de dos siglos, o si adquirimos nuevos conocimientos científicos, que es propio de la ciencia a medida que ésta avanza, esto debería ser suficiente para resolver cualquier contradicción entre ambas.
Sin embargo, esto no es posible para el fundamentalista porque la Biblia es un conjunto de conocimientos estable y cerrado cuya comprensión no puede alterarse. Y todo lo que dice la ciencia debe concordar con lo dicho previamente por la Biblia cuyo estatus, por ser de inspiración divina, es superior. ¿Cómo resuelve el fundamentalista su disonancia cognitiva? Quitándole la etiqueta de científico a aquello a lo que quiere desacreditar y tildándolo de ideológico o de religioso3 . Así manifiestan que el evolucionismo no es ciencia sino mero posicionamientos ideológico que raya en lo religioso, y sin embargo, por el contrario, la construcción argumental que usan para apoyar las tesis creacionistas son calificadas como verdadera ciencia. Así se resuelve la disonancia cognitiva, parte de la ciencia que se practica en las universidades “no cristianas” es pseudociencia cuando no es “mera filosofía”, con toda la carga peyorativa que tendría la designación (vuélvase a observar lo dicho, lo filosófico se rechaza porque no concuerda con un sentido positivista de la ciencia), mientras que la ciencia practicada en las universidades “cristianas” en concordancia con lo que dice la Biblia es verdadera ciencia. Y de esta manera hemos creado una realidad paralela en la que solo tienen cabida aquellos con premisas fundamentalistas.
¿Es peligroso el fundamentalismo?
El fundamentalismo teológico cuando se convierte en fenómeno sociológico contiene en sí mismo elementos que lo pueden hacer potencialmente peligroso. El elemento que hace problemático al fundamentalismo es su carácter excluyente. El fundamentalismo por ser un conjunto cerrado de conocimientos no admite un factor de autocorrección que sí está presente en cualquier disciplina académica-científica. Las premisas fundamentalistas no pueden admitir que ninguna de sus premisas sea falsa o errónea porque sus presupuestos están alineados completamente con la revelación divina, sin hacer ningún tipo de distinción entre interpretación y Escrituras, o entre éstas y la Palabra de Dios.
Cuando este carácter excluyente sin dar cabida a elementos de equilibrio se instala en un entorno social con capacidad económica y política, capaz de llevar a realización práctica las consecuencias de sus presupuestos ideológicos, la exclusión de aquellos que no están identificados adecuadamente está servida. Ahí radica la potencialidad peligrosa de todo fundamentalismo.
¿Por qué se hace alguien fundamentalista?
Evidentemente no hay pretensión de dar explicación de todos los elementos que podrían responder a una pregunta como ésta, pero básicamente lo que pretendemos analizar es cómo es posible que algunas personas admitan un sistema de pensamiento que no les permite salirse de él en ningún momento. Como dijo Max Weber “el hombre es un animal que está suspendido en redes de significación que él mismo ha tejido”4 .
Aquellos que podrían identificarse como fundamentalistas en muchas ocasiones no se identificarán como tales, ya que en muchas ocasiones las etiquetas son asignadas desde afuera, pero al construir un sistema cerrado de pensamiento lo que se pretende es blindarlo de posibles ataques externos. Es decir, el fundamentalista busca por encima de todo, seguridad psicológica. Frente a un mundo social en constante cambio en el que las certezas tradicionales parecen que se tambalean, en el que es difícil sustituir las antiguas fidelidades por otras nuevas, o en el que las identidades habituales están constantemente en entredicho, se busca un sistema de pensamiento que ofrece por encima de cualquier otra consideración seguridad.
En el pensamiento fundamentalista está claro lo que hay que creer y pensar, está claro quién es el enemigo, lo liberal, y está claro contra lo que hay que reaccionar, aquella modernidad que se pretende combatir.
El problema es que la vida diaria no está compuesta exclusivamente de ideas o de patrones de pensamiento, sino que la vida del día a día está compuesta principalmente por personas, también en la vida de las iglesias. Dado que en las filas fundamentalistas no existe la disidencia, lo que en definitiva está en juego es qué personas son admitidas y cuáles son excluidas; puede ser en el ámbito de la iglesia o de la sociedad, pero al final quienes sufren son personas de carne y hueso. Las ideas no lloran, solo las personas.
Bibliografía
- Broek, Hans. La disonancia cognitiva y los creacionistas estadounidenses. (Sevilla: Editorial Centro de Estudios Andaluces, 2008).
- El fenómeno religioso. Ponencias de las II Jornadas de Sociología celebradas en junio 2007. (Sevilla: Editorial Centro de Estudios Andaluces, 2008).
- Harris, Marvin. Antropología cultural. (Madrid: Alianza Editorial, 2011).
- Martínez Veiga, Ubaldo. Historia de la Antropología. (Madrid: Editorial UNED, 2010).
- Morales, Jonathan. En defensa de los fundamentos revista-rypc.org/2011/07/en-defensa-de-los-fundamentos. Consultado el 22 de Noviembre 2014.
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