Hoy completamos la serie sobre la Educación Teológica, entrevistando a Samuel Escobar, Profesor Emérito del Seminario Teológico Palmer en Pennsylvania, USA. Escobar ha sido profesor visitante en varios Seminarios de las Américas y, junto a su esposa Lilly, fue asesor de los GBU de América Latina y Canadá durante 26 años, antes de dedicarse por entero a la educación teológica. Uno de sus libros más recientes es Cómo comprender la Misión (Andamio), texto de Misionología. Actualmente enseña en la Facultad Protestante de Teología en Alcobendas (Madrid).
Hace un tiempo leí un artículo suyo titulado "Educación teológica y vocación pastoral", en el que particularmente me impactaron estas afirmaciones, que hace a nivel personal, y que incluyo a seguir. Tal vez a algunos le resulten obsoletas.
"Mi admiración y aprecio por la tarea pastoral vienen del contacto con algunos de estos pastores-teólogos y de la gratitud por el ministerio de quienes han sido mis pastores en diferentes países a lo largo de mis años de peregrinaje. Creo que un ingrediente fundamental de la vocación pastoral es la admiración y deseo de imitación que despierta en una persona el recibir y contemplar la tarea pastoral bien ejercida por otros, quienes de alguna manera nos sirven como modelos. [...] Al reflexionar hoy sobre lo más valioso que de todos los pastores, maestros, colegas y mentores pudimos aprender, he llegado a la conclusión que hay dos factores claves. En primer lugar, en mis primeros pasos de laico en el ministerio tuve una práctica que se nutrió fundamentalmente de la imitación de modelos provistos por quienes me ministraban a mí. [...] Que alguien se interese por ti como persona, que te conozca por tu nombre, que te asocie a lo que hace abriéndote oportunidades de enseñar, aconsejar, dirigir, que te reprenda o exhorte cuando sea necesario sin perder la dimensión de afecto y confianza; es esa primera experiencia de cuidado pastoral que te marca y puede despertar una vocación en ti mismo. Eso no hay libro que lo enseñe... Cuando esa relación se da mediada por la Palabra de Dios y la presencia de su Espíritu estamos frente al corazón mismo de la vocación pastoral. Es eso lo que uno empieza imitando, viendo como el aprendiz y tratando de repetir los movimientos. [...] En segundo lugar, casi todos los teólogos y biblistas que he mencionado y de cuyo ministerio docente oral y escrito me beneficié, son personas poseedoras de un alto nivel académico y profesional y al mismo tiempo capaces de enseñar y escribir intencionalmente, de manera asequible, en un nivel pastoral. Con ello hago referencia a actitud, lenguaje, esfuerzo por comunicar más bien que impresionar [...] conozco alumnos de instituciones teológicas que una vez que terminan sus estudios nunca pueden predicar ni enseñar en un estilo asequible sino que permanecen en un estilo académico, profesoral más bien que pastoral, porque no han tenido otro modelo que sus profesores, quienes algunas veces no tienen experiencia pastoral".
Pregunta.- ¿Cuál es el propósito de la enseñanza y la educación teológica? ¿Es la educación teológica parte de la misión de la iglesia más allá de la evangelización?
Respuesta.- Partiendo del resumen de la misión de la iglesia que ofrece Lucas en Hechos 2: 42, distinguimos en ella componentes como proclamación o docencia, comunión, culto o liturgia, servicio y testimonio. En realidad toda la vida de la iglesia evangeliza, es decir comunica el Evangelio. Cuando el pueblo de Dios predica, cuando vive como comunidad fraterna, cuando canta ora o celebra la comunión, cuando sirve a las necesidades humanas, en todas esas acciones está dando testimonio y trasmitiendo las buenas noticias de Jesucristo. La educación teológica ha surgido como la forma en que se capacita a quienes sirven en la realización de la misión, por ello es parte de dicha misión. Así por ejemplo cuando capacitamos a un pastor para organizar bien la rutina de su oficina o para resolver conflictos lo estamos capacitando para la misión, lo mismo que cuando le enseñamos a predicar. En ese sentido la educación teológica es capacitación para la misión.
R.- ¿Cuál el papel de la enseñanza en la Misión?
R.- La enseñanza, es decir el aspecto docente de lo que sucede en la iglesia, es un componente importante de la misión. Por medio de ella se anuncia el Evangelio o se educa al pueblo de Dios para una vida de obediencia al propósito divino. Por medio de ella se trasmite el depósito de la fe, con fidelidad a sus fuentes bíblicas y mostrando su pertinencia para la vida actual.
P.- ¿Es la educación teológica solo para los líderes y pastores?
R.- Como evangélicos creemos en el principio del sacerdocio de todos los creyentes que encontramos en el Nuevo Testamento y que fue redescubierto por la Reforma Protestante. En una iglesia saludable el pastor no monopoliza la tarea docente o pastoral, sino que permite que se expresen los dones de enseñanza o aconsejamiento que están presentes en toda congregación, si es que sabemos crear oportunidades para que se manifiesten. Lo contrario es caer en el clericalismo. Por eso la educación teológica bien entendida se da en varios niveles y en formas diversas.
En relación con este tema hay otro desafío importante y es que el ascenso social de nuestras iglesias ha traído nuevas generaciones de personas profesionales que quisiera una formación teológica de nivel universitario pero dirigida a personas que no tienen intención de llegar a ser pastores. Quieren ser, por así decirlo, laicos bien informados para ministrar en sus iglesias. No he conseguido convencer a mis colegas que valdría la pena esforzarse en responder a este llamado específico.
P.- ¿Deben las instituciones y programas de educación teológica realizar una revisión misional de sus planes de estudio, estructuras y ética, de manera que sean los adecuados para coadyuvar a la iglesia a responder a los desafíos a los que se enfrenta en este siglo XXI?
R.- Creo que esta pregunta apunta a una tarea importante que en las distintas denominaciones e iglesias se ha venido postergando. El currículo de la mayor parte de nuestros seminarios y escuelas bíblicas se ha copiado de los modelos clásicos norteamericanos o británicos. Por ello tiene lagunas y vacíos de los que a veces nos damos cuenta, por ejemplo, cuando nuestros graduados manifiestan carencias en su ministerio. Creo que hace falta una revisión a fondo que comience por determinar cuáles son los desafíos al ministerio en la sociedad actual. Luego determinando con realismo el tiempo de que dispone un estudiante para el ministerio podemos determinar el contenido y el currículo de nuestros programas de educación teológica. Esta revisión drástica exigiría de nosotros identificar nuestros puntos fuertes y débiles como comunidades evangélicas y también, con audacia y realismo, entender bien lo que está pasando en la sociedad que nos rodea. Así, por ejemplo, conversábamos con los colegas docentes de nuestra Escuela Bíblica en Valencia lo contradictorio que era de que nuestros alumnos podían exponer la historia de la Iglesia primitiva o de la reforma pero desconocían por completo la historia de la comunidad evangélica en la propia comunidad valenciana.
P.-¿Cómo se encuentran nuestras iglesias en materia de educación teológica, hoy?
R.-Me ha sorprendido ver la cantidad de personas e instituciones que han ido respondiendo a este cuestionario. Hay una oferta numerosa y variada de opciones y hay que agradecer a Dios por ello. Conozco algunas de estas instituciones y he reflexionado mucho sobre los desafíos que enfrentan. Mencionaré algunos. La cuestión de la financiación de la educación teológica es un reto permanente. Se resuelve con la ayuda exterior en forma de becas, subsidios y docentes sostenidos desde fuera de España. En este sentido hay que educar continuamente a las iglesias locales sobre la necesidad y el valor de la educación teológica.
Otro desafío es el de la calidad del alumnado. ¿Cómo asegurarnos que la inversión de tiempo, dinero y esfuerzo se dirige a formar a quienes de veras tienen vocación y dones? Hay que trabajar con las iglesias en la identificación de los futuros alumnos y en el estímulo a que consideren esa opción.
Hay que trabajar más en lo que llamaríamos pedagogía de la educación teológica. Para enseñar Nuevo Testamento, por ejemplo, no es suficiente ser un experto en esa materia. Hay que aprender el arte de enseñarla. No se trata de llenar la mente de los alumnos y alumnas con conocimientos. En el proceso de trasmitir conocimiento se está formando o deformando a los receptores. Los profesores y profesoras de las distintas materias necesitamos una visión común y un aprendizaje continuo nosotros mismos porque estamos formando personas.
En esta misma área está el tema de los textos de educación teológica. Nos faltan textos adecuados a nuestras realidad. Admiro la vocación y calidad docente de un José María Martínez que de manera disciplinada y persistente se consagró a escribir libros como su Hermenéutica Bíblica (Clie, 1987) o su Fundamentos Teológicos de la fe cristiana (Clie-Andamio, 2002) que he usado como texto con provecho. Más recientemente Emmanuel Buch nos ha ofrecido un excelente texto introductorio de Ética Bíblica (Noufront 2010).
P.- ¿Cómo implementar la educación teológica a todos los niveles, en caso que no todos los creyentes tengan acceso a la misma?
R.- Si la iglesia local realiza bien su ministerio docente, en la propia vida de esa iglesia se está dando ya una forma de educación teológica, en un nivel básico. El nivel más elevado sería el de la formación de quienes van a dedicar sus vidas al ministerio. Entre estos dos niveles puede haber varios otros que se llevan a cabo en la iglesia local o en nivel regional. En el ámbito bautista tenemos por ejemplo los llamados CETS que funcionan a nivel local o regional ofreciendo educación teológica básica y funcional. En algunas regiones hay mucho entusiasmo sostenido en ese sentido.
P.- ¿Cuáles las consecuencias de una falta de educación teológica, tanto para la iglesia como para la misión?
R.- La falta de educación teológica trae la rutinización y el progresivo desgaste y agotamiento del ministerio, con la consecuencia de pérdida de identidad e incapacidad para un testimonio vigoroso. De allí se deriva a una forma de nominalismo o de religiosidad popular equivalente a lo que tenemos en el catolicismo oficial.
En la España de hoy además de las iglesias de largo arraigo hay un número creciente de esfuerzos misioneros venidos de fuera que en muchos casos son “independientes”, no tienen el respaldo de una denominación con una teología y una práctica pastoral definidas. Aquí veo un peligro de que en el futuro lo que vaya desarrollándose como “pueblo evangélico” sea un fenómeno de religiosidad popular con algunas notas evangélicas pero sin identidad definida. Aquí hay un campo en el cual las instituciones ya existentes de educación teológica tendrían que hacerse conocidas y atractivas. En Valencia, por ejemplo, hemos tratado de responder al desafío de las Iglesias de Filadelfia en el campo de la educación teológica y, aunque no es nada fácil, creo que empezamos a comprendernos mutuamente algo mejor.
P.- ¿Deben las iglesias relacionarse con seminarios o institutos bíblicos? ¿Cuál sería la mejor forma de hacerlo?
R.- En el principio fue la iglesia, luego vino la educación teológica. La mejor educación teológica que conozco es la que surge de las iglesias que se ponen de acuerdo para crear instituciones y sostenerlas. Tiene que haber una continua relación de dependencia mutua de manera que lo que se ofrece en educación teológica corresponda a lo que las iglesias tienen que hacer en su ministerio.
A veces llega el momento en que por el conocimiento bíblico o la reflexión teológica, al explorar los desafíos de las nuevas etapas históricas las instituciones teológicas pueden ayudar a las iglesias a renovar sus ministerios y enfrentar los retos inéditos. Así para mí lo ideal es que haya esa relación continua y mutua interdependencia entre iglesia e institución teológica.
P.- ¿Cómo asegurar la centralidad de la Biblia en nuestra educación teológica pero sin dejar de lado otras vertientes de conocimiento y la realidad social en la que estamos insertos?
R.- Me considero “evangélico” en el sentido más estricto del término y por ello mi punto de partida es la convicción acerca de la veracidad, unidad y autoridad de la Palabra de Dios. En ese sentido he apreciado la centralidad de la Biblia en el currículo de educación teológica que es algo propio de la cultura protestante. Creo importante reconocer que la investigación bíblica en el campo evangélico avanzó mucho en la segunda parte del siglo veinte, con figuras que destacaron por su solvencia profesional y por su fe en la Palabra de Dios, como F.F. Bruce, D.J. Wiseman, Alan Millard o Michael Green. De esta fuente se alimentaron maestros y pastores como John Stott, Bernard Ramm, James Packer, y más cerca de nosotros José María Martínez o José Grau. Ha habido pues una corriente evangélica que llega hasta nuestros días. Y no se trata sólo de erudición sino también de calidad de vida, y de piedad y celo misionero.
La educación teológica ha de trasmitir esta valiosa herencia pero no puede quedarse allí, sino que tiene que aplicarla a una comprensión de la Biblia en nuestro contexto español de hoy. Así está sucediendo, por ejemplo, en el ámbito de las relaciones entre la fe y la ciencia como lo prueban los “fórums” de apologética en los cuales hay toda una nueva generación de hombres y mujeres de ciencia españoles, creyentes evangélicos que están respondiendo a los desafíos de la ciencia actual. Un campo como el de la realidad social y económica está todavía por ser trabajado de manera que se encara la realidad y sus preguntas desde una postura bíblica y evangélica. Y todo esto tiene que terminar, incluyéndose en los currículos de nuestros seminarios e institutos bíblicos.
P.- ¿Piensa que todas las instituciones académicas evangélicas priorizan también en sus planes de estudio el desarrollar en el alumnado un compromiso con la realidad que lo circunda?
R.- No conozco a todas las instituciones académicas evangélicas pero en las que conozco hay un esfuerzo en esta dirección. A veces hay que conseguir que las iglesias a las que sirven estas instituciones se convenzan de que hay que tomarse en serio la realidad que nos circunda y que la educación teológica no es la trasmisión de una verdad intemporal sublime pero inaplicable.
P.- ¿Cómo ha sido su experiencia en cuanto a su propia formación?
R.- Soy un caso extraño, se puede decir. He tenido el privilegio de ser profesor en instituciones teológicas de América Latina, Estados Unidos, Canadá, y ahora España. Pero mis estudios universitarios fueron en Letras y Pedagogía. Algunas de las materias de estas carreras como Pedagogía, Didáctica, Psicología Infantil y Juvenil me prepararon para la tarea educativa de la iglesia. Donde tuve que poner empeño extra fue en las materias teológicas y bíblicas. En ese sentido mi formación teológica se dio en el movimiento internacional de los GBU de manera informal, en una variedad de situaciones: cursos y cursillos, lecturas intensivas incluyendo traducción de libros, tiempos prolongados de convivencia e intercambio con teólogos. Mis estudios universitarios me permitían un proceso programado de aprendizaje teológico que iba creciendo ante los desafíos del ministerio en los veintiséis años que fui asesor de los GBU. Lo que yo digo es que después de esos veintiséis años de acción misionera en un campo difícil vino mi proceso de “reflexión sobre la práctica” en la preparación de los cursos que luego diseñaba en los Seminarios donde enseñé. Y en eso anduve por veinte años hasta que me jubilé en 2005.
P.- Usted lleva toda una vida dedicada a la formación bíblico-teológica dentro y fuera de España, ¿qué retos y qué perspectivas plantea en cuanto a la educación teológica en España?
R.- En cierto modo ya he respondido a esa pregunta pero permítame agregar algo. Los retos de una sociedad en transformación requieren audacia, originalidad y discernimiento. Audacia para reconocer que vivimos en un mundo cambiante y que si queremos alcanzarlo nos encontramos con preguntas difíciles en campos como la ética familiar, el trabajo, las nuevas religiones. Originalidad para ir desarrollando nuevas técnicas docentes, usando las nuevas tecnologías por ejemplo, diseñando asignaturas antiguas en paquetes nuevos, recurriendo a nuevos horarios de clase para alcanzar a personas que trabajan y quieren estudiar. Discernimiento para retener lo que es fundamental y básico de nuestra teología y visión bíblica de la vida y agregar nuevas elaboraciones que respondan a los desafíos del presente. Oremos a Dios que nos dé estas cualidades.
Finaliza la entrevista. Gracias, hermano Samuel Escobar, por la gentileza que ha tenido al colaborar aportando sus valiosas opiniones sobre el tema que abordamos, dejando claro que "la educación teológica es capacitación para la misión".
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