“El filosofo más genial”. “El acontecimiento filosófico más importante desde Hegel”. “El hombre que cambió la forma en que la humanidad comprende el concepto del ser”. Estas son algunas de las frases que se oyen con mayor frecuencia sobre el filósofo Martin Heidegger. Y no se equivocan.
Este alemán está en la lista de pensadores más importantes de la historia. Su libro El ser y el tiempo forma parte del canon occidental y su importancia es equiparable a la de la filosofía griega y a nombres que todo el mundo conoce desde el colegio como Montaigne, Descartes o Kant. Su obra, además, ha influido campos tan diversos como la psicología, la arquitectura, el cine y la teoría literaria.
Pero la reputación de este filósofo, nacido en 1889 en Messkirch, en el sur de Alemania, y fallecido en 1976 en Friburgo, está próxima a desplomarse por cuenta de unas notas hasta ahora desconocidas, que la editorial Klostermann, de Fráncfort, publicará en marzo títuladas Schwarze Hefte (Cuadernos negros).
La razón: lo escrito en las 1.200 páginas, repartidas en los tomos 93 y 94 de sus obras completas, confirma lo que durante décadas había sido presa de apasionados debates, pero hasta hoy solo era un rumor. Que Heidegger fue un nazi declarado, que admiró a Adolf Hitler y que se esforzó durante una etapa de su vida por darle una base filosófica al antisemitismo de los nacionalsocialistas. Esto ha conducido a los expertos a una conclusión aún más aterradora: no se trata de una simple afinidad política, sino de una ideología que es el núcleo de todo su sistema filosófico.
La controversia surgió en los primeros días de enero, cuando la cadena radial francesa France Culture dio a conocer apartes de los Cuadernos. La historia de la chiva es policiaca. Uno de los académicos involucrados en la edición de la obra estaba tan alarmado por los comentarios antisemitas de Heidegger, que alertó a unos expertos franceses en diciembre y les mandó algunas citas. Estos las filtraron y encendieron así la controversia. El debate plantea una cuestión ética. ¿Se puede separar a un autor de su obra? Y si el alemán era un nazi, ¿debe la academia reconsiderar todo lo que se ha dicho sobre su filosofía?
Notas de la discordia
Los Cuadernos son un manuscrito que Heidegger comenzó a escribir en los años treinta y terminó poco antes de su muerte. Aunque nunca vieron la luz durante la vida del filósofo, los textos estaban destinados a ser publicados. Es más, él mismo había dado la orden de que los incluyeran solo al final de su obra completa. Ya este detalle resulta curioso, pues las notas más controvertidas surgieron justo en la época en que Hitler estuvo en el poder (1933-1945). Heidegger, más adelante en su vida, habría podido retractarse o, por lo menos, editarlas. Pero su decisión fue la contraria: darlas a conocer póstumamente como la coronación de su obra.
Los pasajes emitidos por la radio francesa dejan claro que el filósofo era mucho más cercano al nacionalsocialismo de lo que se pensaba. En cierta página, se ofrece como guía “para acompañar al Führer” y ayudarle a construir su ideología antisemita. Aunque rechaza la línea racista del nazismo, le atribuye al pensamiento de Hitler una “grandeza y verdad interna” y comparte su rechazo y hostilidad hacia los judíos. Heidegger, además, se refiere a él como un “salvador carismático” capaz de superar “el olvido del ser”.
Heidegger también acoge en su filosofía los prejuicios nazis contra los judíos. Uno de los conceptos más nefastos de Hitler fue el llamado “principio racial”, que le permitió perseguir y exterminar a millones de personas. Heidegger lo usa para decir que los judíos “carecen de mundo” y que por ello son inferiores a los animales. Según él, el “judaísmo mundial” está empeñado en imponer una falsa filosofía, según la cual el “ser” es inferior al “ser cambiante”. En otras palabras: no los considera un pueblo original y los responsabiliza del “deplorable” estado del mundo.
Algunas declaraciones antisemitas ya eran conocidas. En 2001 se supo que en un curso en 1933 Heidegger se había referido a la exterminación total del “enemigo interior”. Entonces, esto había llevado a algunos estudiosos a denunciar una conexión entre Heidegger y el pensamiento nazi. Pero los debates resultaban inútiles, por un lado, debido a la sensibilidad del tema y a la devoción que el filósofo causa entre los intelectuales.
Por otro lado, los defensores parecían tener buenos argumentos. “Su pensamiento no está manchado sistemáticamente por el antisemitismo”, le dijo a SEMANA Peter Trawny, director del Instituto Martin Heidegger y editor de los Cuadernos. Según él, una “crisis” llevó al filósofo a incluir ideas nazis en sus notas, pero se trató de algo temporal. Cuando Hitler ordenó perseguir al judaísmo, Heidegger enseñaba en Heidelberg y muchos de sus discípulos eran judíos, a quienes protegió. Su asistente personal también era judío, y cuando este tuvo que huir de los nazis, el filósofo le ofreció auxilio.Heidegger también mantuvo una relación académica, y luego romántica, con Hannah Arendt, una escritora judía, crítica acérrima del totalitarismo, que no habría aceptado a un fanático en su círculo íntimo.
Además, dicen sus defensores, sus ideas políticas eran normales en Alemania. La verdad es otra. La relación de los intelectuales con el régimen fue diversa. Hubo de todo: desde impulsores del nazismo hasta críticos que terminaron en las cámaras de gas. La cineasta Leni Riefenstahl fue una fanática del régimen. El escritor Günter Grass militó en los temidos escuadrones de la SS.
El filósofo Edmund Husserl, en cambio, criticó el nazismo y terminó sin estatus académico; el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, debió exiliarse, y el escritor Herman Hesse renunció a la nacionalidad alemana. Un panorama tan diverso no permite decir que Heidegger pertenecía al promedio.
El mundo académico está estremecido. Julio Quesada, autor del libro Heidegger. La voz del nazismo y el final de la filosofía, le dijo a SEMANA: “Su antisemitismo es profundo y antifilosófico”. Emmanuel Faye, profesor de la Universidad de Rouen y autor de Heidegger, la introducción del nazismo a la filosofía, le dijo a esta revista: “Sus tesis contra el judaísmo y toda forma de pensamiento individual y humanista son más radicales y más hitlerianas que aquellas de la mayoría de los intelectuales del tercer Reich”.
Los Cuadernos parecen zanjar la discusión sobre las convicciones políticas del célebre pensador alemán y han resquebrajado el busto que hasta ahora tenía en el museo de los grandes de la filosofía.
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