La Iglesia según Joel BARRIOS

¿COMO VES A LA IGLESIA?

En la iglesia de Esmirna la persecución es iniciada por aquellos que “dicen ser judíos y no lo son” (Ap 2:9). Históricamente ha habido dos tipos de actitudes con respecto a la identidad del pueblo de Dios. Están aquellos que lo definen por su forma y aquellos que lo definen por su esencia. La Biblia siempre define al pueblo de Dios por su esencia. Nota lo que dice Pablo: “Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente, en la carne. Al contrario, es verdadero judío el que lo es en su interior, y la verdadera circuncisión es la del corazón por medio del Espíritu, no en letra” (Ro 2:28-29).

Pablo dice que hay “verdaderos” judíos, y si los hay verdaderos hay también de los falsos. Justamente eso es lo que dice el mensaje a la iglesia de Esmirna (Ap 2:8-11). ¿Cuál es la diferencia? Pablo encarnó en su experiencia las dos condiciones. El describe su experiencia de cuando definía a la iglesia por la forma de la siguiente manera: “Si alguno que tiene de que confiar en la carne, yo más. Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos. En cuanto a la Ley, fariseo. En cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, irreprensible” (Fil 3:4-6).

Quiere decir entonces que a pesar de que Pablo era judío, hebreo de hebreos, y creía que había que guardar los mandamientos, él NO era “iglesia”. Cuando Pablo NO era iglesia la definia por su forma: por sus doctrinas, por el sistema judaico, por ciertas proposiciones doctrinales abstractas aisladas que podían ser verdaderas. Ese tipo de actitud le permitía considerarse parte de lo que él creía que era la iglesia. Pero ¿qué hacía Pablo cuando tenía problemas con su conciencia? La calmaba persiguiendo a aquellos que eran la verdadera iglesia.

Eso es lo que siempre harán todos aquellos que quieren y creen ser parte de la iglesia pero que tienen cargos de conciencia por sospechar que no lo son. La persecución los ayuda a olvidarse de su intranquilidad y es una manera de convencerse de la “justicia” de su causa. Jesús describió esta situación terrible y desesperada de la siguiente manera: “Aun viene la hora, cuando el que os mate, pensará que rinde servicio a Dios” (Jn 16:2). ¡Esto es el colmo del autoengaño!

Cuando Pablo definía a la iglesia por su forma era “perseguidor de la iglesia”, cuando la definió por su esencia se transformó en un apóstol. Alguien puede preguntar ¿Pero entonces la doctrina no es importante? ¡Por supuesto que lo es! Pero no son las definiciones doctrinales lo que hacen que una iglesia sea pueblo de Dios. Los judíos tenían la ley, el mensaje del santuario y el mensaje de salud y dejaron de ser pueblo de Dios. ¿Por qué? Porque rechazaron las enseñanzas de Cristo y cuando rechazaron sus enseñanzas demostraron ese rechazo persiguiendo a aquellos que sí las seguian. ¡Que peligro! ¡Una persona puede creer en doctrinas correctas y rechazar las enseñanzas de Cristo! Las doctrinas afectan al intelecto pero las enseñanzas de Cristo afectan al corazón. Es recién allí que cobran sentidos las definiciones doctrinales. Por otro lado, cuando no formamos parte de la iglesia, la energía que debiéramos gastar sirviendo en misión, la gastaremos persiguiendo a Jesús en la persona de aquellos que consideramos herejes. ¿Entiendes lo que lees?

Entonces, si hoy estás persiguiendo a alguien, haz un alto, porque “no es con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu”. Deja de dar patadas contra un aguijón, es necesario que tengas un encuentro con Jesús camino a tu Damasco. Ese encuentro te dejará ciego y como resultado verás a la iglesia que pretendes defender de una manera diferente.

Dios nos bendiga



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