¿Existe Dios?
Diego Calvo
Una buena parte del mundo civilizado está constituida por ateos, los cuales no creen que haya prueba alguna de Dios no demostración de su existencia; pero otros hombres de igual inteligencia y cultura, están convencidos de la realidad de Dios. Es una paradoja el hecho de que un cosmonauta, de regreso en su viaje espacial, hubiera podido exclamar que no encontró a Dios y hubiera podido negar su existencia, mientras que otro navegante espacial, que hizo un vuelo orbital poco tiempo después, hubiera podido declarar que esa experiencia había confirmado y fortalecido su fe en Dios.
¿Hay Dios? ¿Qué pruebas tenemos de ello? ¿Podemos poner a Dios en una probeta? ¿Podemos demostrar su existencia?
Trabajando con materia viviente, los biólogos descubren que los organismos luchan constantemente para alcanzar un destino específico. Todo animal o planta tiene la tendencia de llegar a ser el organismo que debiera ser y, cuando algo se lo impide, trata de superar el obstáculo.
Experimentos significativos
Hace más de cincuenta años, el Dr. H. V. Wilson realizó un experimento clásico con un organismo sencillo. Hizo pasar una esponja a través de un tamiz muy fino en un recipiente que contenía agua marina, y la separó en sus células elementales. A continuación examinó con el microscopio las células que había aislado. Las células se fueron agrupando de a dos, dos células se unieron a otras dos, pequeños grupos se unieron a otros grupos, hasta que todas las células estuvieron de nuevo reunidas en un único cuerpo esférico.
Para su gran sorpresa, en un tiempo relativamente breve, este conjunto de células comenzó a constituir realmente una pequeña colonia de esponja, compuesta de varias especies diferentes de células. Estas células habían sido completamente separadas cuando se las pasó a través del finísimo tamiz, pero fueron capaces de reorganizarse para producir todos los diferentes tipos de células necesarias para formar una colonia de esponja. De alguna manera, cada una de ellas tenía la tendencia y el poder necesarios para dirigir el proceso hacia el logro del objetivo común de volver a constituir una esponja (Véase The Biology of the Spirit de Edmund W. Sinnot, 1955.)
Un brote de geranio puesto en una maceta con tierra volverá a formar una planta completa de geranio. El tronco desarrollará raíces en un extremo, mientras que las células del otro extremo, que nos parecen semejantes, no comenzarán el proceso de desarrollo de las raíces. Tienen en cambio la tendencia exactamente encaminada para promover el proceso de formación del renuevo.
Un platelminto [una clase de gusanos], la planaria, que mide 1 cm, posee una capacidad notabilísima para regenerar las partes que le son cercenadas. Si se corta su cuerpo por la mitad, la parte anterior desarrollará una cola y la posterior una cabeza, originando así dos cuerpos enteros.
Es posible explicar, en parte, esos hechos por medio de las polaridades eléctricas o químicas, o por medio de los gradientes bioquímicos o fisiológicos, pero sea cual fuere la explicación científica resultante, siempre nos hallaremos frente a un sistema guía que está afuera y por encima de los organismos: Dios.
La forma en que vuelan algunos animales llama la atención de los científicos hace tiempo. Hace algunos años, un biólogo alemán descubrió que las abejas pueden orientarse por medio del sol y comunicar informaciones las unas a las otras. Cuando una abeja descubre un jardín de rosas, orienta en su mente la posición del jardín con respecto a su colmena y al sol. Luego vuelve a la colmena y ejecuta una danza sobre el cono vertical que cuelga en la misma.
Danzando, la abeja ejecuta una figura más o menos en forma de ocho; la culminación de la danza coincide con el cruce del ocho. El insecto cumplirá esa parte de la danza de manera que forme con la vertical un ángulo cuyo valor expresado en grados es igual al del ángulo formado por el jardín de flores y el punto del horizonte más cercano al sol. Si danza sobre un plano horizontal, el cruce del ocho estará dirigido directamente hacia el jardín de rosas. De esto resulta que las abejas obtienen informaciones sobre la dirección, la distancia y el tipo de flores de esa abeja y de su danza (Véase Bees, Their Vision, Chemical Senses, and Language, de Karl von Fritsch, 1950)
También algunas aves, durante sus migraciones, se sirven del sol. Tienen en su organismo algo parecido a un reloj que les permite calcular correctamente los movimientos del sol y así tienen la posibilidad de viajar manteniendo una dirección común.
Hace unos años, un ornitólogo trató de descubrir su las aves migratorias nocturnas usan las estrellas como referencia para la navegación. Enjauló algunas aves canoras europeas, y notó que durante el período de la migración revoloteaban hacia la dirección en la cual normalmente habrían viajado si hubiesen estado en libertad.
Cuando las puso en una habitación en la cual no podían ver las estrellas durante la noche, perdieron la orientación y no eligieron una dirección particular. Sucesivamente el investigador colocó las aves en un planetario y proyectó en la bóveda un modelo estelar semejante al que se veía fuera del edificio. Las aves se pusieron a revolotear en la jaula según la dirección de migración normal. Cuando cambió el modelo estelar con el del lago Baikal, en Siberia, las aves eligieron una dirección que las habría llevado a Alemania si de veras hubiesen salido de Siberia.
Llevó otra especie de aves canoras al planetario. Estas normalmente vuelan en dirección sudeste hasta hallarse al norte de Egipto; luego se desvían hacia el sur, remontando el río Nilo. En el planetario, revolotearon hacia el sudeste, como estaba previsto. El estudioso alteró poco a poco el modelo estelar proyectado hasta hacerlo parecer al cielo estrellado del norte de Egipto. Nuevamente las aves cambiaron de orientación, según las previsiones. (Véase The Life of Birds, de Joel Carl Welty, 1962.)
Es lógico afirmar que estas expresiones de los modelos estelares sobre la mente de las aves no estaban determinadas por un desarrollo casual, fruto de una ciega evolución, sino por una intervención necesariamente divina.
La memoria humana
Entre todas las cosas creadas, la más estupenda es el cuerpo humano. El órgano más complejo de este cuerpo es el cerebro. El Dr. Wilder Penfield, del Montreal Neurogical Institute, ha hecho algunos descubrimientos insólitos. Bajo anestesia local, por medio de un electrodo, una sonda eléctrica, excitó delicadamente algunas partes del cerebro con un débil estímulo eléctrico. El individuo podía hablar y le decía al cirujano lo que estaba experimentando. Gracias a esta prueba, el Dr. Penfield pudo descubrir que una sección relativamente pequeña del cerebro contiene la memoria. A consecuencia de los resultados de la investigación del Dr. Penfield, un neurólogo pudo hacer los siguientes experimentos:
"Un joven se vio junto con sus primos en su casa en Sudáfrica. Le parecía oírlos reír y hablar. La escena le parecía tan clara como su hubiera cerrado los ojos y se hubiera tapado los oídos inmediatamente después de ocurrida, aunque eso había sucedido algunos años antes.
Una mujer oía la voz de su hijito en el patio de su casa con otros sonidos: las bocinas de los autos, el ladrar de los perros y los gritos de los niños. Una paciente escuchaba en la sala operatoria a una orquesta tocando una pieza musical que la misma no sabía cantar ni tocar y que recordaba haber oído, muy vagamente, algún tiempo antes. Otra paciente oía una canción de Navidad en su iglesia de origen, en Holanda. Le parecía estar en la iglesia y se conmovió de nuevo, justamente como había sucedido esa lejana víspera de Navidad" (Dean E. Wooldridge, The Machinery of Brain, pág. 166).
Evidentemente el cerebro proporciona una secuencia completa de todas las vivencias de la vida. Es como si una grabadora mental registrara permanentemente y un estímulo eléctrico pudiera hacerle reproducir el registro, hasta de vivencias olvidadas.
Durante la lectura de este artículo, usted no pierde el contacto con el ambiente que lo rodea: la luz, la gente, la decoración de la sala. En este momento, muchas cosas se están registrando en su mente y entrarán a formar parte de su memoria. Podrá suceder que usted no esté en condiciones de recordarlas todas más tarde, pero siempre podrá recordar algunos detalles. Sin embargo, cada cosa está todavía en su mente; un recuerdo completo, fijado permanentemente en dos pequeñas regiones del cerebro.
Testimonios elocuentes
El Dr. Edward Kessel, biólogo de la Universidad de California, afirma lo siguiente: "Si todos los científicos tan sólo consideraran la evidencia de los hechos científicos aquí expuestos con la misma honradez y falta de prejuicio con que evalúan los resultados de sus investigaciones; si tan sólo sometieran sus sentimientos al intelecto, entonces estarían obligados a reconocer que existe Dios. Esta es la única conclusión que corresponde con los hechos. Estudiando las ciencias sin prejuicios, somos llevados a sentir la necesidad de una Causa Primera, que llamamos Dios" ("Let's Look at Fatcts Without Bent or Bias", in The Evidence of God in an Expanding Universe).
Estos datos ¿prueban realmente que existe Dios? No. Son testimonios, no son pruebas. Nosotros no hemos podido poner a Dios en una probeta y demostrar definitivamente su existencia. Dios es demasiado grande para que podamos comprenderlo.
Aquí es útil recordar la historia de los tres ciegos que tocaron tres partes diferentes de un elefante y llegaron a tres conclusiones diferentes acerca del animal. ¿Por qué? Porque no podían verlo en conjunto. Este es nuestro problema. Nuestra mente es demasiado imprecisa para que pueda comprender a Dios.
Entonces, ¿por qué Dios no se hace accesible al hombre? ¿Por qué no se deja poner en una probeta, de modo que su existencia pueda ser demostrada?
¿Puede, acaso, el hombre comprender alguna revelación científica que le sea dada acerca de Dios? Si la realidad de Dios fuese probada científicamente, Dios sería adorado por medio de la fuerza de la razón y no mediante la fe. ¿Cuál sería la mejor manera en que Dios pudiera revelarse al hombre?
Naturalmente, la revelación de Dios debe ser tal que todos los hombres, desde los más sencillos hasta los más cultos, puedan comprenderla. El hecho maravilloso del cual toda la Biblia da testimonio es que Dios se ha revelado verdaderamente a los hombres en una forma comprensible para todos.
La mayor manifestación de Dios
Durante más de treinta años, Jesús, la manifestación de Dios en la probeta de la existencia humana, trató de revelar al Padre a los hombres. Tomó sobre sí la naturaleza humana y vivió entre los hombres. Fue éste el don supremo que Dios hizo a la humanidad. El plan de salvación, trazado antes de la creación de cosa alguna, por si el pecado y el mal entraban en el mundo, es la demostración más sublime del amor y de los propósitos de Dios hacia los seres creados, y asegura la restauración final de la comunión directa con el hombre, que se había perdido.
Pero nosotros, que no tenemos la posibilidad de ver a Dios sobre la tierra, ¿cómo podemos convencernos? Dios no nos ha dejado sin testimonios. Cuatro libros de la Biblia fueron escritos por cuatro testigos oculares que vivieron, trabajaron y anduvieron con Jesús. Uno de ellos declara: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (S. Juan 1: 14).
Dios se puso allí donde el hombre puede verlo, sentirlo, oírlo y comprender, con sus limitadas capacidades, quién es el Altísimo. Dios existe. Tanto la ciencia como la Biblia afirman claramente esta gran realidad.
Muchos de aquellos que vieron y oyeron la magnífica revelación de la vida perfecta de Dios en la forma de su Hijo Jesús, se negaron a creer. Dios, debido a su carácter, no fuerza al hombre a creer, ni entonces ni ahora. Cada individuo está en libertad para aceptar o rehusar los testimonios de Dios en el mundo de la naturaleza y en las Sagradas Escrituras.
diego calvo
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