CARTA DE EINSTEIN


La carta, una entre muchas que Einstein recibió y contestó a lo largo de su vida, decía: “Apreciado Mr. Einstein. En nuestra clase de escuela dominical nos hemos preguntado: ¿Oran los científicos? Este tema salió al preguntarnos si era posible creer a la vez en la Ciencia y en la religión. Estamos escribiendo a científicos y otras personas importantes para intentar recibir una respuesta. Nos sentiremos muy honrados si nos contesta a nuestra pregunta: ¿Los científicos oran? ¿Y para qué cosas oran? Estamos en el sexto grado, en la clase de Miss Ellis. Respetuosamente, Phyillis”.

Einstein contestó a la niña en una carta que también se conservó y que ha sido publicada en el libro “Dear profesor Einstein: Albert Einstein’s letter to and from Children” (Alice Calaprice).

Enviada sólo cinco días después, Einstein decía: “Apreciada Phyllis, intentaré responder a tu carta de la forma más sencilla que pueda. Aquí está mi respuesta: Los científicos creemos que cualquier cosa que sucede, incluyendo los asuntos de los seres humanos, se debe a las leyes de la naturaleza. Por tanto, un científico no puede inclinarse a creer que el curso de los eventos pueda ser influenciado por la oración, es decir, por un deseo manifestado de forma sobrenatural”, empezaba.

“Sin embargo, debemos conceder que nuestro conocimiento actual de estas fuerzas es imperfecto, así que en el fondo, la creencia en la existencia de un espíritu final y definitivoreside en un tipo de fe. Esta creencia se mantiene ampliamente extendida aun en medio de los actuales logros de la Ciencia. Pero también, cualquier persona que esté seriamente involucrada en la búsqueda de la Ciencia acaba convenciéndose de que algún tipo de espíritu se hace manifiesto en las leyes del Universo, uno que es enormemente superior al espíritu del hombre. En este sentido, la búsqueda de la Ciencia lleva a un sentimiento religioso de un tipo especial, que seguramente es bastante diferente a la religiosidad de alguien un poco más inexperto”.

Einstein nunca se pronunció claramente sobre sus creencias personales, aunque se definía comoagnóstico. Creció en una familia judía pero no siguió sus tradiciones ni su religión.


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