ANDAR EN LA TORÁ
Es interesante realizar una lectura comparada de dos hechos muy importantes en la vida de Moisés, el legislador por antonomasia del pueblo de Israel. Los dos tienen como protagonistas la ira de Moisés, y una roca contra la que se ésta se manifiesta.
A Moisés se le suponía una relación tal con Dios, que la Biblia dice que Él lo conocía cara a cara (Deut. 34:10), y que hablaba con Él como se habla a un amigo (Ex. 33:11). Por ello, la gran responsabilidad de Moisés era revelar la forma de ser de Dios, y sus prioridades. En este sentido, ¿qué es más importante para Dios, la ley o la gracia? ¿Qué consecuencias distintas tuvo, para el legislador de Israel, atentar contra una y contra la otra?
Moisés acaba de recibir la constitución teocrática israelita de manos de Dios, escrita en unas tablas de piedra, lo que nosotros llamamos los diez mandamientos (Ex. 32: 15-19). Al descender del monte Sinaí se da cuenta de que el pueblo se ha entregado a la idolatría y, en un arrebato de ira, tira contra una roca (como al principio os escribía, se manifiesta el trinomio Moisés-ira-roca) las tablas de la ley y éstas se rompen. Esto, que para nosotros sería uno de los mayores sacrilegios, digno del peor castigo divino, produce en Dios una curiosa reacción: "Sube al Sinaí de nuevo, corta otras dos tablas, y yo volveré a escribir la ley" (Ex. 34: 1-10). No hay castigo para la temeraria acción de Moisés. Dios comprende su ira, la disculpa, y vuelve a empezar. La ley es importante, guarda las instrucciones de Dios para su pueblo, pero Dios no reacciona con castigo ante el acto sacrílego de Moisés. Sin embargo...
En otra ocasión, el pueblo murmura contra el legislador y contra Dios porque están en el desierto, muertos de sed, y no tienen agua para beber (Nm. 20: 1-13). Dios señala una peña a Moisés y a Aarón, y les pide que hablen a la roca, y surtirá agua de ella para que el pueblo pueda saciar la sed. Pero lleno de ira por las murmuraciones de su pueblo, Moisés no sigue la instrucción de Dios y golpea dos veces la roca con su vara (de nuevo, curiosamente, el trinomio Moisés-ira-roca). De ella brota agua para Israel, pero esta vez la ira de Moisés tendrá castigo. Por su reacción, ni Moisés ni su hermano podrán entrar en la tierra prometida (Nm. 20: 12). La roca de la que iba a brotar agua para el pueblo, signo del don inmerecido, tipo de la gracia de Dios, no puede ser agredida. Confundir al pueblo de Israel en este sentido, reaccionando con ira ante la gracia, es demasiado grave para Dios.
Dios puede buscar soluciones ante la agresión contra las tablas de la ley, pero con la gracia no se juega. Moisés aprendió la lección. Espero que nosotros también...
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